Èçáðàííûå ñî÷èíåíèÿ. Òîì 20

Áèëàë Ëàéïàíîâ
Bilal Layp;nov
LA MEDIA LUNA Y LA ESTRELLA
Traducci;n del ruso: Jorge Bustamante Garc;a

«Karachay, es un pueblo neutral que vive al pie del Elbrus; se distingue por su lealtad, su belleza y su valent;a»
Le;n Tolstoi
 
“El grande y rico a;l de Dzhamat,
A nadie paga tributo,
Sus paredes son de acero de damasco,
Su mezquita est; en el campo de batalla,
Sus hijos libres
Se templaron en los fuegos de la guerra,
Sus asuntos son fuertes en el C;ucaso,
En los pueblos lejanos y ajenos …”
Mijail L;rmontov, “Hadzhi-Abrek”
 
“Yo aprend; el arte de la despedida
En las quejas abiertas de la noche …”
Osip M;ndelstam
 
Es una mentira que los recuerdos infantiles con el tiempo se borran de la memoria: el coraz;n infantil es receptivo y memorioso.
De ;sto nos persuadimos una vez m;s, cuando en busca de la verdad, y fuera de la historia oficial, nos encontramos con los testigos presenciales de la gran tragedia de nuestro peque;o pueblo.
La deportaci;n ante los ojos de los ni;os, as; hubiera sido posible intitular el ciclo de relatos escuchados por nosotros. Los hemos reunido, y el resultado es la historia de una familia, a trav;s de la cual es posible mostrar la desgracia de todo un pueblo.
Comenzaremos con uno de esos relatos que nos cont;, sin un respiro, el viejo monta;;s Dzhanly, que interrumpi; su relato s;lo una vez para hacer el azal;[1] de mediod;a.
 
1
 
Corr;a el a;o 1937. Viv;amos en lo alto de la monta;a, en la aldea Tash Bashy. M;s alto s;lo se ve;an las nubes y las cercanas monta;as blancas. M;s blanca que ellas era, tal vez, la densa y larga barba de mi abuelo. Con ;l yo apacentaba los borregos. Eran unos cuantos. Junto con los corderos eran diez en total.
- Abuelo, qu; bueno que no son m;s diez.
- Por qu; piensas as;, - pregunt; ;l, coloc;ndose m;s c;modamente la pelliza vieja. El abuelo siempre tiene fr;o. Incluso en un mediod;a de verano no se la quita.
- Pues porque no se contar m;s de diez, - le respond;.
- Ah-ah, eso cambia el asunto, - se ri; el abuelo. Despu;s suspir;:
- Àlguna vez tuvimos m;s de mil ovejas. La verdad es que por entonces todav;a no hab;as nacido.
- ;Y d;nde est;n ahora? ;Los lobos se las comieron?
- No, pues, los lobos no. Los perros. Los perros rojos de dos patas.
Las ;ltimas palabras las escuch; la abuela, quien se acerc; inadvertidamente y arremeti; contra el abuelo.
- ;Por qu; hablas as;? El muchacho ir; ahora a jugar con los ni;os y les contar; que el abuelo ten;a mil ovejas y que se las comieron los perros rojos de dos patas. Y as; se lo contar;n en sus casas a sus mayores. Alguien lo revelar;. ;En la vejez quieres caer en la c;rcel? Sabes muy bien que ya a la mitad de la aldea la han encarcelado.
Despu;s, dirigi;ndose a m;, dijo:
- No escuches al abuelo. Ya est; viejo, no tiene buenas entendederas. Todos quieren mucho al poder Sovi;tico y al compa;ero Stalin. Vivimos como ;l nos aconseja. Entregamos nuestros corderos al kolj;s. ;Para qu; queremos m;s?. 
La abuela se fue. Llevaba en las manos unas agujas y unos ovillos de hilo de lana. Ella siempre est; tejiendo algo. Yo me qued; con el abuelo. Estaba en silencio. Si calla, es porque dormita. Trato de no despertarlo. A veces las ovejas se acercan y lamen el borde de su pelliza. Cuando se despepitan por alguna raz;n, el abuelo se despierta y dice:
- Pobres. La pelliza est; hecha de la piel de las mismas ovejas. Probablemente, lo sienten.
Ahora los corderos se aglomeran cerca del abuelo. Un corderito se ha trepado a la espalda caliente y suave de la madre y duerme. El abuelo, se;al;ndolo, dice:
- El corderito en la espalda de la madre se siente seguro. As; le parece. Pero ahora se estremece. El pobre, ha visto un lobo en sue;os, probablemente.
- Abuelo, pero de d;nde puede ;l ver un lobo en sue;os, si en la realidad nunca ha visto uno.
- Nacen con ese conocimiento. Probablemente se los transmite la madre.
- ;Abuelo, si aprendo a contar hasta cien, ser; que tendremos cien ovejas?
- T; primero aprende. Despu;s veremos qu; pasa.
El abuelo se sonri; y mir; hacia el cielo. Despu;s al monte Elbrus.
- Ves, hay nubecillas en su cima. Anuncian lluvia. Y a t; qu; te gusta m;s: ;las monta;as o las nubes?
- Me gustan las nubes en el cielo. Se ven livianas. Quiero volar como ellas.
El abuelo mene; la cabeza:
- ;Las nubes? Son ap;ticas. Van a donde el viento las lleve. Pero la monta;a es eterna. No la mueves con nada. As; que quiere a nuestras monta;as. Est;n plantadas s;lidamente en la tierra.
El verano estaba por terminar. Y en uno de esos d;as de agosto, cuando con el abuelo past;bamos los corderos y convers;bamos, se nos acerca el secretario del soviet rural Taukan. Con las dos manos se saluda con el abuelo. Es un pariente lejano del abuelo. No logra comenzar de ning;n modo la conversaci;n. El abuelo se inquieta pero en ning;n momento lo demuestra:
- Habla, no tortures y no te aflijas.
Taukan baj; la voz. Yo lo escuchaba claramente, pero al abuelo hay que gritarle al o;do. Entonces Taukan habl; m;s fuerte, mirando atentamente hacia los lados.
- Ilias-hadzhi[2], esta noche el NKVD[3] quiere detener algunas personas de la aldea. Incluso a su hijo Safar. Si no quiere que lo arresten, que se vaya a las monta;as. Le digo esto con riesgo para mi propia vida. No lo quiera Al; que ellos lo sepan y me fusilen.
El abuelo levant; la voz:
- ;;Y por qu;?! De ocho de mis hijos s;lo me quedan tres. Al mayor, participante de la Primera Guerra Mundial, caballero de la Cruz de San Jorge, se lo llevaron en el a;o 20, al del medio lo detuvieron diez a;os despu;s. Y nunca nos entregaron sus cuerpos, nadie los vio muertos. A tres m;s: Kochjar, Islam y Tulpar los expropiaron y los enviaron a Siberia, hasta el d;a de hoy no hay noticias de ellos. ;;Ahora se prendieron de los que quedan?! A ellos tambi;n los hubieran liquidado si por entonces hubieran sido mayores de edad.
Taukan balance; la cabeza:
- Eh, eh, Ilias-hadzhi
… De tus dos hijos mayores encontraron motivos para aniquilarlos. Participaron en insurrecciones contra el poder Sovi;tico. Aunque por entonces toda Rusia bull;a. A muchos los encarcelaban, a muchos otros los fusilaban. À tus otros hijos les arrebataron sus bienes s;lo por ser hermanos de sus carnales mayores insurrectos. Sospecho que tus hijos mayores est;n vivos y se encuentran en las monta;as o en alg;n sitio muy cerca. Ellos no volvieron, no se rindieron, como la mayor;a de los que se han ido a las monta;as.
- Hicieron lo correcto en no rendirse, - dijo intransigente el abuelo. – A todos los que creyeron en ese poder, despu;s los han aniquilado, y adem;s despu;s sus familias fueron expulsadas a otro lugar. A sus hijos tambi;n los han arrestado, los expulsaron, los persiguen s;lo para privarlos del patrimonio y el apoyo familiar de los mayores. Quiera Al;, que est;n vivos. ;Si tales escarnios no existieran, los jefes del NKVD, los presidentes de los soviets rurales, los secretarios de las organizaciones del partido temblar;an as; de miedo? Aunque por sus pecados responder;n ante el Alt;simo y ante la gente.   
Òàukan quer;a decir algo, pero el abuelo continu; vehemente, y no le qued; otra que escucharlo d;cilmente:
- ;Y a Safar por qu; lo quieren arrestar? Trabaja en un Instituto de Investigaci;n Cient;fica, tiene diplomas. Recoge todo tipo de leyendas y canciones. Termin; un instituto sovi;tico. No recibi; una educaci;n musulmana, como mi pobre Isl;m.
- No lo s;, - dijo con cansancio Taukan. – Las autoridades de arriba dan la orden de que  en la aldea deben ser arrestadas tantas personas, y ordenan componer una lista. El presidente del soviet rural, el secretario de la organizaci;n del partido y una persona del NKVD elaboran esa lista en el m;s estricto secreto.
- ;A;n as;, de qu; lo acusan, por qu; quieren arrestarlo?
Taukan por fin explot;:
- ;Y por qu; han arrestado media aldea? Simplemente el pa;s necesita del trabajo gratuito de los detenidos.
El abuelo call; durante un largo rato.
– No, - dijo por fin, como si reflexionara en voz alta. – Lo que buscan es que en el pueblo no queden personas que sepan de la vida prerrevolucionaria, que impidan a los bolcheviques crear una historia falsa, una vida nueva fundada en la mentira.
- Ellos necesitan crear un hombre nuevo, un pueblo nuevo, una vida nueva.
- Es por eso que destruyen el viejo mundo hasta en sus fundamentos f;sicos y espirituales. No deber; quedar gente librepensadora ni heterodoxa, todos deben convertirse en «tornillos y tuercas» de la m;quina bolchevique. Todos deben mirar el mundo con los ojos de Lenin y Stalin. Los que tengan otros conocimientos, otra mirada - est;n sujetos a la aniquilaci;n. Todo esto lo sabes mejor que yo.
            El abuelo de nuevo call; largamente. Taukan esper;. Despu;s el abuelo pregunt; silenciosamente:
- Supongamos que Safar se esconde. ;À su familia no la tomar;n como reh;n, c;mo hicieron con la familia de nuestro vecino? Son cuatro hijos. ;l es el menor, - el abuelo me se;ala, - y el mayor tiene diez a;os. ;Si se los llevan, qu; sentido tiene que mi hijo se esconda?
- Ilias-hadzhi, yo no lo se. Usted debe decidir. Yo he cumplido con el deber de pariente. Ya me voy.
El abuelo se levant; tambi;n.
- Cuida los corderos, - me dijo, y m;s encorvado que de costumbre se dirigi; lentamente a casa.
 
Esa noche nadie durmi;. El abuelo se la pas; sentado en su sill;n de costumbre, pasando las cuentas del rosario. La abuela, habiendo extendido el peque;o tapiz oracional, rezaba y ped;a ayuda al Alt;simo. La tensi;n crec;a con cada hora. Esa tensi;n era transmitida a nosotros, los ni;os. S;lo pap; se ve;a tranquilo, al menos exteriormente. La mochila, recogida por mam;, colgaba en la puerta.
Despu;s la abuela se volvi; hacia nosotros y dijo:
- Ahora voy a leer una oraci;n y pedir a Dios salve a nuestro Safar. Y todos ustedes deben decir sinceramente "am;n". Especialmente los ni;os. Ustedes todav;a son inocentes y sus s;plicas las escuchar; Al;.
Primero la abuela ley; las oraciones en ;rabe, despu;s en karachay y pidi; al Alt;simo clemencia y protecci;n. Todos nosotros en coro dec;amos "am;n".
Y se realiz; el milagro: esa noche los chekistas[4] no aparecieron.
Aparecieron un mes despu;s, cuando todos se hab;an tranquilizado y pensaban que la desgracia ya hab;a pasado.
 
No volvimos a ver a pap; en el C;ucaso.
Apareci; despu;s de diez a;os en el Asia Central, donde viv;amos la deportaci;n. Desde que lo agarraron, no volvimos a tener noticia de ;l: nunca nos llegaron las cartas que nos escrib;a. Cuando comenz; la guerra entre Alemania y Rusia, consigui; que lo enviaran al frente, luchaba en el batall;n de los condenados a muerte, que con su sangre demostraban su fidelidad a la Patria, conquistando la libertad para ella y para s; mismos. Fue herido de gravedad, sobrevivi; de milagro y de nuevo pidi; que lo enviaran al frente, pero en 1943 el pueblo karachay fue deportado, y a los representantes de los pueblos deportados los sacaban del ej;rcito en campa;a. As;, a mi padre lo enviaron a Siberia para el acopio de madera. Lo bueno fue que no lo regresaron de nuevo al campo de prisioneros. Aunque ;l contaba despu;s que el acopio de ;rboles para madera era tambi;n una variedad del trabajo forzado.
… Pero la vida continu;. Como antes con el abuelo past;bamos corderos. Yo ya he aprendido mucho.
- Abuelo, ya puedo leer, escribir y contar hasta mil.
- Bravo, hijito. Eso es mejor que tener mil ovejas. Si te viera tu padre.
- Lo ver;. Todos lo veremos. Mi coraz;n me dice que est; vivo y sano, - dijo la abuela acerc;ndose como siempre silenciosamente. Todas sus oraciones acababan con la petici;n «Oh, Creador, cuida a Safar». Ahora pienso que sus oraciones salvaron a mi padre de su desaparici;n en el GULAG y en la guerra.       
A veces se juntaba con nosotros el viejo Kai;. Una vez comenz; una discusi;n entre los dos ancianos. Kai; era un ferviente partidario de los comunistas.
- Ilias-hadzhi, las personas no son ;ngeles. Las personas se equivocan. Pero en total el poder Sovi;tico es el poder de los trabajadores y para los trabajadores.
- ;Kai;, acaso no fue el poder Sovi;tico el que desat; la guerra civil, que dividi; a Rusia en blancos y rojos? ;Acaso no fue el poder Sovi;tico el que llev; a la gente, a los campesinos a la insurrecci;n, y despu;s los aplast; despiadadamente? ;Acaso no fue el poder Sovi;tico el que nos arrebat; la religi;n, las costumbres, las armas, el ganado, la tierra?
- No eres objetivo, Ilias-hadzhi. Acaso no fue Lenin el que dijo que «sus creencias y costumbres, sus instituciones nacionales y culturales son libres e inviolables. Construyan su vida nacional con soltura y sin obst;culos».
;Que no soy objetivo? ;Acaso no fue el poder Sovi;tico el que me quit; tres hijos, y à otros tres les arrebat; sus bienes?
- Tus tres hijos mayores eran considerados enemigos del poder Sovi;tico.
- Mis hijos pertenec;an al pueblo. C;mo entenderlo, tu dices que el poder Sovi;tico es el poder del pueblo. Pero el pueblo se subleva contra ;l. Y ese poder destruye al pueblo que se ha sublevado. No, ese no es el poder del pueblo, es el verdugo del pueblo.
- T; no entiendes, Ilias-hadzhi. El poder sovi;tico no es el poder de todo el pueblo, sino el poder del sector m;s pobre, el proletariado y los campesinos pobres. Los dem;s...
- À los dem;s el poder Sovi;tico los convierte tambi;n en pobres, y à quien no quiere ser pobre lo destruye. ;Es as;, o no?
El abuelo abatido se qued; mirando a Kai;, quien estaba imperturbable.
- No est; mal, Ilias-hadzhi, que los ricos tambi;n se acerquen a la piel de los pobres. Ser;a lo justo.
- No, Kai;, no debemos ser iguales en la pobreza, ni en la riqueza, sino en la libertad. Al diablo con la riqueza. Llega y se va. Si sobrevivimos, podemos crear riqueza. Si no la conseguimos, tampoco es una desgracia. ;Pero c;mo regresar las vidas que ya se han llevado? A los nobles los aniquilaron, al clero lo destruyeron, a las personas inteligentes, a los ricos, a los oficiales del ej;rcito zarista, a todos los han destruido. A las personas orgullosas, independientes, libres las han destruido. ;Qui;n queda? S;lo esclavos. ;A qui;n y qu; libertad trajeron los comunistas? Al contrario, incluso acabaron con las peque;as libertades que hab;a en la Rusia zarista.
- Te repito, no eres objetivo. Los bolcheviques han dado mucho, incluso a nuestro peque;o pueblo. ;Enumerar? La Rusia zarista conquist; al Karachay independiente y lo convirti; en su colonia, ;no es as;? Pr;cticamente no hab;a escuelas laicas. Las personas vegetaban en la miseria y la ignorancia. Nuestras mujeres eran como esclavas, toda la vida la pasaban en la casa, como si fuera la c;rcel...
- ;Qu;? Ey, Kai;, te chiflaste por completo. Yo se que tus hijos trabajan en el aparato del partido. ;De veras han influido tanto en ti, como para que te quedaras sin memoria? Incluso no puedes comparar el pasado y el presente. S;, Rusia conquist; el Karachay independiente. ;Pero acaso se puede comparar la situaci;n actual con la de entonces? No fue entonces, sino ahora que comenzamos a vegetar en la miseria y la ignorancia. Entonces no ;ramos esclavos, como ahora lo somos. Entonces el m;s pobre ten;a tanto ganado, como ahora el m;s rico. Entonces ;ramos personas libres, y ahora todos somos esclavos del imperio stalinista. Entonces rez;bamos al Alt;simo, y ahora a Stalin y al partido, que nos destruyen. ;Y a;n as; consideras que los bolcheviques nos han dado algo?
- ;No lo ves? ;Nos dieron la autonom;a?. As; fue. ;Abrieron escuelas? Las abrieron. ;Ahora hay hospitales? Los hay. ;Todos los ni;os estudian? Estudian. ;El analfabetismo est; liquidado? Est; liquidado. Hasta yo mismo aprend; a leer. ;En nuestra lengua salen libros, peri;dicos? Salen. ;La vida con cada a;o se torna mejor? As; es. Hay autonom;a, el idioma se desarrolla, todos estudian. ;Que m;s necesitas?
- Eres una persona desdichada, Kai;. No quieres ver m;s all; de tu nariz. Los bolcheviques, pienso en los de la direcci;n de partido, y no en las personas comunes y aborregadas, nos promet;an el para;so para atraer a su bando a los pueblos. De otro modo no habr;an podido derribar la autocracia rusa.
- De esa forma cumplieron con todo lo que promet;an. 
El abuelo mene; la cabeza.
- Ay, Kai;, todo eso es temporal. Todo lo que han dado, pueden quitarlo tranquilamente despu;s, cuando vean que no sirve para sus ideas. Por ejemplo, al principio prometieron que nuestra fe, nuestras costumbres ser;an inviolables. Que nuestra tierra, que nos arrebat; la Rusia zarista, nos ser;a devuelta.
- ;Y acaso no es as;? Vivimos y trabajamos en nuestra tierra.
El abuelo no lo escuch;:
- No s;lo no se nos regres; la tierra, sino que incluso aquella tierra que estaba en nuestras manos, ahora bajo el pretexto de los kolj;ses y sovj;ses se nacionaliz;, como casi todas nuestras propiedades. Nada nos pertenece. El poder sovi;tico nos quit; la tierra, el ganado, el derecho de educar a nuestros hijos en casa. Y para que no pudi;ramos sublevarnos, resistirnos, nos quitaron tambi;n las armas, incluso las consideradas blancas.
Kai; se enoj;:
- ;Por qu; te has aferrado a esta tierra? Piensa en la gente. Las mujeres alcanzaron los mismos derechos que los hombres. Los ni;os van a la escuela, van a los jardines infantiles, donde les ense;an, los educan. 
- ;Ay, Kai;, c;mo no comprendes? Todo esto no lo hacen por el pueblo. Con el pretexto de la liberaci;n de la mujer el poder Sovi;tico ha destruido nuestro foco nacional familiar. A los ni;os desde la infancia los educan en ese esp;ritu, con una falsa ideolog;a ajustan sus cerebros a su manera, y as; nos quitan nuestro ma;ana … ;Les ense;an, dices? ;Pero para qu;? Hay que reflexionar. Si las cosas siguen as;, dentro de algunas generaciones no quedar; nada de nuestro pueblo. Y entonces la autonom;a ser; ya algo in;til.
        - Ey, oye, Ilias-hadzhi. Personalmente estoy contento del poder Sovi;tico. T; tambi;n mant;n tu descontento dentro de s;. Se acercan tiempos a;n m;s terribles. Ojal; la guerra no nos toque.
El abuelo movi; la cabeza:
-          No lo quiera Dios, no lo quiera Dios.
Pero Dios por alguna raz;n decidi; de otra manera. En junio de 1941 comenz; la guerra m;s terrible que se llev; la vida de 28 millones de personas de la URSS.
Unos de los primeros llamados al frente fueron dos hijos del abuelo, el t;o Biorukan y el t;o Taubatyr. En el primer a;o uno desapareci; sin dejar rastro, del otro s;lo lleg; el acta de defunci;n.
El abuelo se sosten;a, la abuela no dejaba de rezar. La guerra tom; y devor; a todo aquel que fuera mayor de 18 a;os. Los muchachos se marchaban j;venes, sanos, fuertes, y regresaban inv;lidos, sin brazos, sin piernas. Y muchos no regresaron, en su lugar llegaban actas de defunci;n.
Hab;a mucha gente para combatir, lo que faltaban eran armas. Contra los tanques alemanes echaban la caballer;a montada. Una de esas divisiones de caballer;a fue totalmente aniquilada cerca de Rostov. Con el pecho desnudo es posible detener las balas, pero no los tanques.
 
En agosto de 1942 los alemanes se apoderaron de nuestro pa;s monta;oso. Aquellos que hab;an sufrido el yugo de los comunistas, comenzaron a ajustar cuentas. Fueron esas personas las que agarraron al presidente del soviet rural, el jefe local del NKVD y al secretario de la organizaci;n del partido y los entregaron a los alemanes... Ellos encabezaban un destacamento de guerrilleros, pero c;mo se dejaron atrapar, no lo s;. Los de la GESTAPO los torturaron y los colgaron.
El abuelo no sinti; piedad por ellos.
- As; como ellos obraban con nosotros, as; han obrado con ellos.
Pero la abuela ten;a otra opini;n.
- No es puede limpiar sangre con m;s sangre.
- ;Y has olvidado cu;nta sangre derram; el poder Sovi;tico? ;No son culpables esas personas de que no sabes d;nde est;n tus hijos?
 
Despu;s de medio a;o el territorio de Karachay fue liberado de los alemanes. Ahora los parientes de los ajusticiados por los alemanes trataban de vengarse de los traidores. Pero ellos hab;an huido con los alemanes. Entonces comenz; la persecuci;n de sus familiares. Pero esa es otra historia.
La restauraci;n de la econom;a destruida se llev; a cabo r;pidamente. En algunos meses, pr;cticamente, se restablecieron todos los kolj;ses y los sovj;ses. En verano se realiz; el aprovisionamiento y recolecci;n de heno. De ello se ocupaban los adolescentes, las mujeres, los ancianos, y los inv;lidos que hab;an regresado del frente. Era extra;o ver a los j;venes con un solo brazo, con una sola pierna: con coraje se pon;an a trabajar y se irritaban mucho, cuando los observaban con miradas compasivas.
El abuelo y la abuela se encontraban fuertemente afectados, los acechaban los pensamientos sobre sus cinco hijos. La abuela repet;a obstinadamente que dos de sus hijos, Safar, es decir mi padre, y Bioriukan, desaparecido sin dejar rastro, se encontraban vivos. Era tan persistente y decidida en esa creencia, que hasta el abuelo comenzaba a dudar, y sus ojos se encend;an de esperanza, pero al cabo de un rato se apagaban de nuevo.
Yo ya estudiaba en segundo grado. Mis hermanas tambi;n iban a la escuela: Mariam cursaba el cuarto grado, F;tima el sexto, y Madina terminaba ya el s;ptimo. Todos los maestros eran mujeres.
Lo ;nico que turbaba a todos era los destacamentos del NKVD. Apenas comenzaban las vacaciones escolares, cuando llegaron de improvisto. Todos ten;an claro que estos destacamentos ven;an desde el frente a descansar y recuperar fuerzas para los combates siguientes. Para qu; combates recobraban nuevas fuerzas, se sabr;a m;s tarde. Por entonces los aldeanos se relacionaban con ello con mucha benevolencia, les daban de beber y de comer.
Quien desconfiaba y sospechaba de ellos, era el abuelo. Y tambi;n los combatientes que hab;an quedado inv;lidos los miraban con perplejidad. Era sospechoso que estos destacamentos se encontraran en todos los puntos poblados de Karachay, mientras que en la vecina Cherkesia no hab;a ni uno solo.
Hab;a todav;a otra cosa sospechosa. Hab;an dejado de alistar en el ej;rcito a los karachay, como si «ya no se necesitar; de ellos; Stalin hab;a dicho que era necesario preservar a los pueblos poco numerosos».
 
La abuela hab;a estado en la aldea vecina, visitando al venerable Dzhanngan, cuyo nombre significa “el que resplandece”. Al regreso, su relato asombr; a todos, pero casi nadie lo crey;.
- Ustedes no me creen, pero tan pronto como le mostr; la fotograf;a de nuestros hijos, ;l los llam; a cada uno por su nombre. Despu;s dijo: Safar y Bioriukan est;n vivos.
- ;De plano lo dijo as;? - El abuelo la miraba escrutador.
La abuela jur; por el Cor;n, y continu;:
- Dijo que a Safar lo veremos en las estepas polvorientas, y à Bioriukan en nuestras monta;as. Y dijo tambi;n que estos destacamentos de repente nos arrestar;n a todos nosotros y nos llevar;n muy lejos. Que llegar;n los d;as, cuando los vivos envidiar;n a los muertos. Que es necesario estar preparado para el camino, sacrificar los corderos y poner a secar lo mayor cantidad posible de carne. Comida y ropa caliente ser; nuestra salvaci;n en el camino y en las tierras ajenas.
- ;Y no dijo “el que resplandece”, cu;ndo nos arrestar;n? - Pregunt; el abuelo.
- ;l dijo que no s;lo a nosotros, sino a todo nuestro pueblo. Me escuchas mal.
- ;Y cu;ndo comenzar;, no lo dijo?
- Lo dijo. En el mes y el d;a de la conquista de Karachay por el Imperio Ruso.
- ;En el d;a de la batalla de Jausauk;? – En la voz del abuelo ya no hab;a ninguna duda.
- Esto no puede ser, - las cejas de mi hermana mayor se levantaron, sus ojos brillaban extra;amente. Como dos medias lunas y dos estrellas. Esa semejanza la notaba todo mundo.
- ;Qu; m;s dijo “el que resplandece”? - Pregunt; el abuelo, sin quitar su mirada de Madina.
La abuela hizo silencio. Despu;s de un minuto de indecisi;n dijo:
- “El que resplandece” dijo que Madina se quedar; aqu;.
- ;Todos seremos arrestados, expulsados, y ella se quedar; aqu;? ;C;mo entenderlo?
Fue mi madre quien dijo esas palabras. Por las leyes de la monta;a, ella nunca participaba en las conversaciones, siempre de manera imperceptible, silenciosa hac;a todo el trabajo de la casa, nos preparaba de comer, cuidaba al abuelo y a la abuela, en contra de todo cre;a y esperaba el regreso de su marido, en una palabra, era la mujer ejemplar, la madre, la nuera. Pero ahora no se hab;a podido contener.
- No s;, “el que resplandece” no habl; de detalles, aunque se lo  ped;. Lo ;nico que agreg; es que despu;s nos encontraremos aqu; sanos y salvos.
 
Decidimos que la abuela fuera otra vez a ver al “que resplandece”. Pero no fue posible: los chekistas lo hab;an arrestado por «componer y difundir mentiras», por provocador y enemigo del pueblo. El rumor de que los karachays ser;an arrestados y exilados, ya se hab;a difundido. La fecha era conocida tambi;n. Pero la mayor;a del pueblo no lo cre;a. C;mo es posible arrestar a todo un pueblo, en el que los hombres de 18 a 60 a;os se encuentran ya sea en el frente, ya sea en otras actividades del ej;rcito. ;Y por qu; arrestar a todo un pueblo? Si hay culpables, que sea a ellos a los que arresten.
 
Se acababa el mes de octubre, todas las labores de oto;o ya se hab;an realizado. La cosecha fue recogida de los campos, el ganado de los koljoses fue conducido a las granjas invernales. Almiares de heno se elevaban en los alrededores. La gente se preparaba para las fiestas de noviembre, para celebrar el d;a de la Gran Revoluci;n de octubre.
Pero esa fiesta del siete de noviembre al pueblo karachay le estaba predestinado celebrarla en los fr;os vagones para ganado. El estado sovi;tico convirti; sus fiestas resplandecientes en tr;gicos d;as negros para muchos pueblos. Despu;s de los karachay, fueron desplazados los chechenos y los inguchetos el d;a del Ej;rcito Sovi;tico, el 23 de febrero, y los balkarios en el d;a internacional de la mujer, el 8 de marzo.
El 2 de noviembre de 1943 nadie dorm;a en nuestra familia. Cre;amos en las palabras del “que resplandece”, que nos hab;a transmitido la abuela. Y cuando se oy; un golpe rudo en la puerta, no nos tom; por sorpresa. Los mismos soldados y oficiales, a los que hab;amos dado de comer y beber durante varios meses, ahora nos sacaban de nuestras casas, de nuestra tierra.
La media hora que nos dieron para recoger nuestras cosas fue suficiente. S;lo que no sab;amos cu;ntas cosas y v;veres pod;amos tomar. La abuela tom; su Cor;n, mi madre la m;quina de coser "Singer". Los militares lo revisaban todo. Las alhajas de oro y plata femeninas que durante siglos se hab;an transmitido de madre a hija, eran retenidas. Dec;an que las regresar;an cuando ya estuvi;ramos en los camiones de carga. Pero no lo hicieron, por supuesto. Y luego comenz; algo que no le deseo ni al peor enemigo: el ruido de centenares de veh;culos, el llanto y los gritos de las mujeres y los ni;os, el mugido de las vacas, el aullido de los perros y una llovizna helada que ca;a. Nos reunieron a todos en el campo abierto abajo de la aldea, cargaron los camiones y subieron a la gente inocente, los ancianos, las mujeres, los ni;os y los inv;lidos de guerra, y los condujeron al encuentro del sufrimiento y la muerte.
 
En los camiones hab;a mucha gente, y cada vez nos api;aban m;s y m;s. Apenas con trabajo hab;amos entrado y nos empujaban por atr;s. Mi madre y mi hermana mayor Madina nos custodiaban: a la abuela, al abuelo, a m; y mis otras dos hermanas mayores. Mientras nos acomod;bamos en el vag;n de redilas, mi madre todo el tiempo agarr; de la mano a Madina. Tem;a que ella de pronto se quedara: las palabras del “que resplandece” nadie las olvid;. Por ahora todo se cumpl;a.
Hubo todav;a algo sobrenatural: nuestro enorme perro Kytmir nos busc; y acompa;;. Temiendo que se abalanzara contra los soldados, y le dispararan, el abuelo lo hab;a encadenado cerca de la casa. C;mo rompi; la cadena, c;mo se escap;, es incomprensible, pero corr;a hacia el cami;n. Dos veces salt; hacia la carrocer;a y las dos veces dos soldados que estaban a bordo lo arrojaron fuera. Kytmir corri; y alcanz; el veh;culo y un soldado le apunt;. Madina se aferr; del f;sil y en ese momento nuestro perro salt; al veh;culo, agarr; al soldado por la garganta y cayeron al piso de la carrocer;a. El camino de serpentina iba sobre un precipicio. El cami;n se balance; fuerte en una curva y todos los tres – el perro, el soldado y Madina rodaron al precipicio.
Todo esto pas; en un abrir y cerrar de ojos. La gente en el cami;n grit;, mi madre m;s que todos. Pero el veh;culo no se detuvo. Probablemente esa era la instrucci;n y el recelo de que si los camiones se deten;an la gente huir;a en desbandada. Solamente abajo, despu;s de dos horas, cuando la parte monta;osa del camino ya hab;a acabado, los camiones se detuvieron. El oficial, que m;s o menos parec;a humano, dijo que revisar;an el lugar, encontrar;an a Madina y luego nos alcanzar;a. Nadie le crey;, pero qu; pod;amos hacer.
Mi madre estaba fuera de s;. La abuela la tranquilizaba:
- Ver;s, todo estar; bien. Madina no morir;. “El que resplandece” dijo que ella se quedar;a aqu;. Y aqu; se ha quedado. Cuando volvamos la encontraremos. Y a donde vamos, nos encontraremos con Safar. Todo est; en manos de Dios. Rezaremos. Si quiere Dios, todo estar; bien.
El convoy se movi;. En los helados vagones para transporte de ganado, api;ados hasta m;s no poder, padeciendo condiciones antihigi;nicas, sin saber a d;nde, iban los karachays, – el primer pueblo del C;ucaso Norte desplazado por el r;gimen de Stalin. Despu;s por esta misma v;a ominosa enviar;an a los chechenos, los inguchetos, los balkirios...
 
2
 
Sobre las condiciones en los lugares de destierro, sobre la vida en la violenta deportaci;n, hemos recogido muchos materiales. Y de lo que pas; ac; en Karachay, despu;s de la deportaci;n de todo un pueblo, no sab;amos nada. Y cuando Dzhanly lleg; a aquel lugar, donde su hermana mayor Madina rod; por el precipicio, no pudimos contenernos:
- ;Madina sobrevivi;?
Dzhanly hizo silencio por unos instantes. Luego dijo:
- M;s vale que ustedes la vean. Solamente d;jenme prepararla un poco. Vis;tenla en una semana. Anoten la direcci;n…
Exactamente a la semana tocamos a la puerta de su apartamento. En unos segundos ella nos abri;, pero no nos invit; a pasar. Nos dijo:
- Ya estoy enterada de lo que quieren. Todo lo que pas;, est; en este cuaderno. Si quieren publicarlo, cambien todos los nombres. Es mi ;nica condici;n. Despu;s me devuelven el manuscrito. Que les vaya bien.
 
Sorprendidos, escuchamos c;mo se cerr; bruscamente la puerta.
 
3
 


 
[1] Plegaria de los musulmanes, celebrada cinco veces al d;a (N. del T.)
[2] hadzhi, forma de dirigirse a una persona que ya ha estado en La Meca (N. del T.)
[3] Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la URSS que durante a;os manej; las polic;as secretas, la milicia, la polic;a regular, las instalaciones de detenci;n, etc. (N. del T.)
[4] Pertenecientes a la Chek;, polic;a secreta. 
3
 
Volamos al precipicio: yo, nuestro perro Kytmir y el soldado. Kytmir no dej; de apretar los colmillos, no solt; al soldado, volaron juntos hacia abajo.
A m; me salv; un ;rbol, que crec;a en una grieta del pe;asco, a unos cuantos metros de la cima. Ca; sobre sus ramas, se encorvaron, pero me sostuvieron. Me agarr; de las ramas y despacio me arrastr; hacia las ra;ces del ;rbol que pend;a del risco. En la pe;a hab;a una cavidad, una peque;a cueva con una multitud de ramas secas y plumas. Sin duda, era el nido de un ;guila. El miedo se apoder; de m;. Buscando, escog; la rama m;s larga y fuerte, para defenderme.
La entrada a la cueva la cerraba casi por completo el ;rbol que me hab;a salvado. Hacia abajo estaba el precipicio profundo, de donde llegaba apenas audible el rumor de un r;o monta;oso. El r;o no se alcanzaba a ver, la espesa niebla lo imped;a.
Se escuch; un ruido desde arriba, pas; un cami;n. Comenc; a gritar con todas mis fuerzas. No, no se detuvieron. As; gritaba cada vez que escuchaba un ruido de arriba, mientras no se me apagara la voz. Fueron muchos los veh;culos que pasaron.
El asunto se alarg; hasta el atardecer. En las monta;as oscurece r;pidamente. Comenz; a hacer fr;o. La cuevita me salv; de la lluvia, pero no del fr;o, aunque llevaba puesta ropa caliente. Me recost; sobre las plumas de ;guila, me enrosqu; un poco, y s;lo pensaba, pensaba.
Pensaba en mi pobre madre. C;mo estar;a ahora. Por la abuela estaba tranquila. Su fe fan;tica la salvaba a ella y a los que la rodeaban. Incluso aqu;, en la oscuridad, en el nido del ;guila sobre el precipicio, mi esperanza en que me salvar;a no se extingui;, recordaba las palabras del “que Resplandece”. Todo estaba sucediendo, como ;l lo hab;a vaticinado. Pero los pensamientos apesadumbrados no me abandonaban. ;C;mo salir de aqu;? ;Y si salgo, a d;nde ir? ;En qu; manos caer;? ;Ser; mejor saltar hacia abajo? ;Y mi madre? ;Y la abuela? ;Y mi padre? De seguro vivir;n con la esperanza de que al regreso todos nos encontraremos de nuevo aqu;. No, debo resistir.
La lluvia ces;, pero de todas formas segu;a nublado. La media luna a veces se asomaba, a veces se escond;a entre las nubes. En alg;n sitio all; arriba, no muy lejos, se escuch; un aullido. Luego otros m;s, en respuesta. «Lobos, - pens;. - Bajen, estoy aqu;. Intenten comerme». Estaba completamente segura que ni un solo lobo se acercar;a. Pero en unos minutos m;s lament; mucho haber pensado as;. «Las palabras tienen una fuerza m;gica», dec;a la abuela. Probablemente, los lobos me hab;an detectado. Directamente sobre mi cabeza comenz; algo terrible, un rugido ronco, una bulla abrumadora, gru;idos de vez en vez... ;Qu; ser;a lo que se disputaban? En ese mismo instante pas; r;pidamente la silueta de un lobo, casi tocando el ;rbol, y se precipit; hacia abajo. Me estremec;. Despu;s algo pesado se desplom; sobre el ;rbol, casi como yo lo hab;a hecho. En ese momento la luna hab;a salido de las nubes, y fue cuando vi un lobo. Luchaba por la vida, tanto como yo. La rama del ;rbol se balanceaba, se doblaba. Yo le rogaba al Creador que el animal cayera al precipicio. El lobo se arrastr; despacio hacia m; y de repente se extendi; y se qued; inm;vil «Descansa ante de dar el salto. ;C;mo puedo defenderme con ramas secas?», -pens;.
El horror se apoder; de m;. 
Inesperadamente muy cerca de m;, un poco arriba, comenz; a ladrar un perro. Dios m;o, pero si era nuestro perro lobo, nuestro Kytmir. S;lo en ese momento entend; qui;n hab;a echado los dos lobos al precipicio. De la alegr;a grit;. En el ladrido de respuesta la alegr;a no era menor. El lobo en el ;rbol ya no se mov;a. Me tranquilic; un poco, parec;a que el lobo estaba muerto.
;Qu; fuerza deber;a tener Kytmir! ;Derribar del cami;n a un soldado, volar con ;l al precipicio, caer en el torrencial r;o monta;oso, arregl;rselas para saber salir de ;l, volver al mismo lugar de donde ca;mos juntos, y todav;a arremeter contra dos lobos! Tal vez, cayendo hacia el precipicio, Kytmir vio que yo colgaba del ;rbol. Y cuando regres; y se detuvo un poco arriba, quiz; empez; a olfatearme en el precipicio. Su olfato es muy fuerte. Fue cuando lo atacaron los lobos. Como dec;an sabiamente los antiguos: el mejor amigo del hombre es el perro.
Toda la noche me la pas; habl;ndole, le daba ;nimo y me lo daba a m; misma, le llamaba con los calificativos m;s cari;osos, y el enorme perro lobo de raza karachay alegremente gimoteaba de vez en vez, como un cachorro.
Al amanecer me adormil;, el perro, probablemente, tambi;n. Al menos ya no ladraba. Despu;s de repente me despert;, sent; como un empuj;n, y empec; a temblar: parec;a como si el lobo estuviera vivo y me mirara. Muy alto, en el cielo, revoloteaban los buitres. Desde la altura ve;an mejor que yo, que me encontraba apenas a dos metros de ;l, que el lobo estaba muerto.
Despu;s uno de ellos se arroj; hacia abajo. Se par; en una de las ramas. No tuvo suficiente valor para lanzarse en seguida sobre el lobo, aunque estaba muerto. Luego lleg; otro y al rato un tercero. Entonces ya toda la bandada se lanz; sobre el lobo. El ;rbol se inclin; fuertemente, y el lobo cay; al abismo. Detr;s de ;l se arrojaron los buitres.
S;lo uno se qued; y me miraba con atenci;n. Giraba de tal manera la cabeza en diferentes direcciones, que por un instante me pareci; que ten;a dos cabezas. En mi entumecimiento, lo miraba. De repente el buitre se ech; sobre m;. Lo esquiv; y hasta consegu; pegarle en la cabeza con una rama. El buitre se apart; volando, pero despu;s de nuevo se prepar; para abalanz;rseme. Kytmir ladraba desesperadamente, pero estaba muy arriba y el buitre no parec;a detenerse. En ese instante, cuando se elevaba ya en el aire, se escuch; un disparo. El buitre se derrumb; hacia el precipicio. Yo mir; en sentido opuesto, pero no v; a nadie.
Me pareci; escuchar el trote de un caballo. Kytmir comenz; a ladrar de nuevo, como si estuviera deteniendo a alguien, o amenaz;ndolo.
- ;Hay alguien vivo aqu;? - Se oy; una voz arriba.
Yo respond; en karachay.
- Hable en ruso. No comprendo tu lengua bandida.
- ;Qu; quiere?
- Quiero salvarte. Da gracias al buitre, si no hubiera sido por ;l, no te habr;a encontrado. Ahora te tirar; una cuerda. Cuando la agarres, am;rrate con fuerza. Voy a intentar sacarte. Tu misma prueba a escalar con la cuerda. Si quieres vivir, subir;s. Y si no lo logras, te quedar;s all;: no hay lugar para los d;biles en el mundo.
 
Despu;s de muchas tentativas el extremo de la cuerda cay; en el ;rbol. Tuve que trepar de nuevo al ;rbol. Me envolv; la cintura y los hombros con la cuerda, y apret; con fuerza los nudos:
- Estoy lista.
- Yo sostengo la cuerda con fuerza, incluso la amarr; a la silla del caballo. As; que trepa, no temas.
Trep; como un chamaco, apretando las manos, y s;lo al final el hombre me ayud;. Kytmir me esperaba. Se me ech; encima con un alegre chillido. Dzhanbolat, como se llamaba mi salvador, me subi; al caballo, y se fue a pie tirando de una cuerda al caballo. El perro se ech; a correr delante. Nos dirigimos hacia nuestra aldea.
Estaba estupefacta. La gente corr;a por la aldea, entraban y sal;an de las casas, cargaban cosas en caballos, en carretas, en telegas, correteaban el ganado, las gallinas. Pero no eran militares. Eran personas ajenas a nuestras aldeas de Karachay.
- Son los merodeadores, dijo Dzhanbolat. ;l conoc;a a algunos, los saludaba, algo les preguntaba, bromeaba, se re;a.
Cuando entramos a nuestro patio, vimos que en el suelo estaba tendido de bruces un hombre, Kytmir se le sent; encima amenazante, à su alrededor estaban dispersos nuestros utensilios de cocina, muchas otras cosas. Yo le quite el perro. El hombre sali; r;pidamente del patio. Dzhanbolat dijo algo y se ri;. Corr; hacia el cobertizo, estaba vac;o, despu;s entr; a la casa. La ceniza en nuestro fog;n a;n no se hab;a enfriado, pero todo estaba revuelto, tirado, s;lo las camas estaban en su sitio. Todav;a no hab;an conseguido desmontarlas.
- No temas, - dijo Dzhanbolat entrando a la casa. – No te entregar;. Si alguien te pregunta, di que eres azerbayana de Georgia. Conmigo nadie te tocar;. Aqu; est; mi identificaci;n, para que est;s m;s tranquila.
Me tendi; su certificado de empleado del NKVD. Yo le pegunt;:
- ;Si eres jefe, por qu; no detienes a los merodeadores?
- Soy el jefe en esta aldea. Pero no los detendr;, que se enriquezcan. Para qu; perder la bondad.
Yo me enfurec;:
- ;A nuestra costa enriquecerse? ;En nuestras casas, en nuestra tierra? – me acord; del abuelo. – ;Acaso ellos construyeron estas casas, viv;an en esta tierra, miraban por nuestro ganado?
- El ganado p;blico ser; distribuido en los koljoses de las regiones de Cherkesia, de Stavropol, de Krasnodar y Georgia, - continu; sin escucharme. - Y la tierra de Karachay ser; dividida: la parte monta;osa para Georgia, la parte plana para Stavropol. ;Y podr;s reconocer tu vaca y tus corderos? – cambi; el tema de repente.
- Pues claro.
- Entonces vamos.
Nos detuvimos en un estrecho paso entre dos pe;ascos. Era la ;nica salida de la aldea. Parada ah;, miraba c;mo arreaban el ganado. Sin haber divisado a nuestra vaca, la reconoc; por el mugido.
- Esa es nuestra vaca Ceja Blanca, - dije. – Y esos nuestros corderos.
Eran arreados por un barbudo. Dzhanbolat lo detuvo y le dijo algo. Aquel se rebel; y discuti;, pero sin embargo regres; el ganado. Nosotros lo seguimos: yo a caballo, ;l y Dzhanbolat a pie. El barbudo condujo el ganado a nuestro cobertizo y, maldiciendo, se fue apresuradamente, por lo visto en busca de nueva fortuna.
Me alegr; un poco, el regreso de la vaca y los corderos eran los ;nicos seres queridos despu;s de Kytmir, por quien estaba tan contenta. Pensaba que ellos tambi;n estaban contentos. La vaca me lam;a, y los corderos se api;aban alrededor.
- Qu;date aqu;. No dejes entrar a nadie. Cierra la puerta del corral y suelta al perro, - me dijo Dzhanbolat al salir. Regres; pronto, con un hombrecillo que de la carreta arrastr; muchas cosas a la casa. Las puse en orden, tend; las camas, colgu; en las paredes los tapices, en el suelo extend; tapetes de fieltro. El trabajo me distrajo un poco. Despu;s de la limpieza todo qued; parecido de nuevo a nuestra casa.
- Bravo, eres una buena ama de casa, - dijo Dzhanbolat.
- ;Dzhanbolat, d;nde est; nuestro pueblo, mis parientes? Si no van a regresar, yo prefiero estar con ellos. Ll;vame donde est;n.
- ;Llevarte? ;Est;s loca? Ya se encuentran muy lejos. Ni lo farfullas con nadie. No quiera Dios que alguien sepa que eres karachay. Caer;s en manos de los chekistas locales, que buscan en las monta;as a los bandidos que se esconden, ser; tu fin. Primero te violan, luego te cortan la cabeza y reciben dinero como si fuera la cabeza de una bandida karachay.
Yo enmudec;.
- ;No me crees? Ahora vas a creerlo. Este es un comunicado del NKVD, dirigido a los habitantes, - Dzhanbolat sac; del bolsillo de la camisa un papel:
«... Sean vigilantes. Aunque los carachays fueron deportados del m;s peque;o hasta el m;s grande, todav;a pueden esconderse en las monta;as algunos bandidos. Por la cabeza de cada bandido karachay la recompensa es de 10 000 rublos. La misma suma le ser; entregada a quien se;ale donde se esconde un bandido...».
            Le;a, sin dar cr;dito a mis ojos. Dzhanbolat observaba mi rostro, como si adivinara mis pensamientos.
; Yo se que el pueblo karachay es inocente. Culpables son los que lo han difamado, los dirigentes de la regi;n aut;noma de Karachay, del territorio de Stavropol y otros. Todo un pueblo no puede ser bandido o traidor. Todos los traidores se fueron con los alemanes. Aqu; se quedaron s;lo personas inocentes. Y es a ellas a las que han deportado: mujeres, ancianos, ni;os, inv;lidos de guerra. Incluso no hab;a qui;n se opusiera a semejante violencia, pues todos vuestros hombres se encuentran en el frente. En los bosques, quiz;, se esconden unas cuantas personas, tal vez algunas decenas. Pero no m;s. Personalmente estoy tranquilo, no existe ning;n bandido. Pero la direcci;n del NKVD no lo considera as;.
; Est; en las manos de bandidos for;neos y los merodeadores. Ellos matar;n a cualquiera karachay, sea mujer o anciano, le cortar;n la cabeza, la traer;n al NKVD y conseguir;n un premio.
Con horror escuchaba a Dzhanbolat. «;De verdad ser; todo esto posible? Claro, es posible, si todo nuestro pueblo ha sido arrestado y deportado sabe Dios a d;nde. ;C;mo vivir; despu;s de esto? ;Qu; habr;a en la mente de Dzhanbolat?»
Durante dos d;as la aldea fue saqueada. De las casas se llevaron todo, se robaron todo el ganado. Las casas quedaron completamente vac;as. La aldea parec;a muerta. Cuando vi en dos casas el humo que sal;a de las chimeneas, me alegr;.
- En vano te alegras. Son mis colegas, pero son muy malas personas. Adem;s no son musulmanes. Ni cristianos. Son ateos. Mientras no nos lleguen de imprevisto de visita, tenemos que definirnos.
- ;C;mo es eso, definirnos?
- Lo dir;, y t; misma decide. Cuando yo te saqu; del precipicio, no sab;a que eras una muchacha, adem;s muy hermosa. Si tu belleza no me hubiera impresionado, probablemente hubiera intentado que alcanzaras a los tuyos. Pero cuando te vi, me dije de inmediato: no, no la dejar; ir. Quiero casarme contigo. Ser; m;s seguro as; para ti, y para m; tambi;n.
- ;Y si yo dijera no?
- ;C;mo vas a vivir? Quedarse sola ser;a como la muerte. Pocos o muchos, no s;, pero en las monta;as deambulan los bandidos. Los chekistas van tras ellos. Y no s;lo los chekistas. Hay mucha gente podrida, lista a cortarle a cualquiera la cabeza y decir que es la cabeza de un bandido. Antes que dejarte as;, m;s valdr;a entregarte al NKVD. Y qu; te podr;a pasar all;, la verdad s;lo Dios lo sabe. La mejor variante es que vivas conmigo. Traer; un afendi[1]. ;l ante Dios nos casar;. M; abuela era karachay. Puede que esta tambi;n sea una causa que me atrae hacia t;. Tal vez te doble en edad, pero todav;a no soy un viejo. Ahora me someto al coraz;n, no a la raz;n. Arriesgo mi cabeza, vinculando mi destino con una karachay. A los karachays, por sus peculiaridades nacionales, el estado los considera enemigos, as; como a todos los que mantengan contacto con ellos autom;ticamente son considerados como ellos. Estoy cometiendo un delito, escondi;ndote de los chekistas, y por esto me pueden castigar muy severamente. Digo todo esto para que comprendas: me gustas, y por t; estar; dispuesto a todo.   
Yo estaba perpleja.
- ;Puedo pensarlo un poco?
- Tres d;as, no m;s. En ese tiempo tratar; de prepararte documentos a otro nombre y otra nacionalidad.
Pensar claro que pod;a, lo que no se me ocurr;a era inventar algo. No conoc;a a esta persona, pero era la ;nica salida. De aquello de que se arriesgaba por m;, no quedaba ninguna duda.
A los dos d;as el afedin nos cas;, y nos hicimos marido y mujer. De Madina me convert; en Tamara, de karachay en azerbayana georgiana. Por el nuevo documento ten;a 19 a;os, aunque en realidad s;lo hab;a cumplido 16 recientemente.
En nuestra aldea adem;s de nosotros viv;an todav;a dos familias. M;s justo, dos personas. Una a la mitad de la aldea, la otra al final.
- Son unos cazadores, - dijo Dzhanbolat. – Cazadores de personas. Es mejor apartarse de ellos. Incluso pienso si ser;a mejor trasladarnos a otra aldea.
Dzhanbolat me empez; a ense;ar el manejo de la pistola y el rifle. En un mes disparaba tan bien como ;l. A veces ;l hac;a acrobacias sobre el caballo para impresionarme. Yo me re;a:
- Cualquier ni;o karachay puede hacer cosas parecidas.
Dzhanbolat se ofend;a:
- ;Puede ser, y t; no te atrever;as?
Poco tiempo despu;s comenc; a hacer lo mismo que Dzhanbolat, me montaba en el caballo a todo galope, me inclinaba y recog;a del suelo los objetos.
- ;De veras todas las muchachas karachays pueden hacer tales cosas?
- No, claro que no. Yo, probablemente, lo aprend; de mi padre, era un excelente jinete y tirador, cortaba bien la vid. En la Espartaqueada de los pueblos de C;ucaso Norte lleg; a ocupar el primer puesto. Su fotograf;a sal;a en los peri;dicos.
- Yo tambi;n particip; en una Espartaqueada en el C;ucaso Norte. ;C;mo dices que se llamaba tu padre? Safar... Lo recuerdo, ten;a unas cicatrices extra;as en la cara.
- Eran huellas de u;as de oso. En el bosque se enfrent; a un oso y lo mat; con un cuchillo. Sobre eso tambi;n escribieron.
- Ah, ahora queda claro de qui;n eres hija y a qui;n eres parecida. Eso est; muy bien. Sabr;s responder por ti misma. Pero a quien te ataca no lo dejes herido, sea un oso o una persona. Las fieras heridas son siempre peligrosas.    
Al d;a siguiente llamaron a Dzhanbolat a Stavropol. Regres; afligido.
- ;Sucedi; algo? – Le pregunt;.
- Escuch; el discurso de S;slov, primer secretario del comit; del partido en Stavropol. Fue un discurso terrible. Declar; que «hemos expulsado a los karachays de las ca;adas monta;osas, ahora tenemos que expulsar de all; su esp;ritu».
- ;Es decir?
- Es decir que nada debe quedar que pueda recordar al pueblo Karachay. Deber;n cambiarse los nombres hist;rico geogr;ficos de las monta;as, de los desfiladeros, de los r;os, de las aldeas, etc. Deber;n llamarse de otra manera las razas de los caballos de Karachay, de las ovejas, de las cabras, de los perros. Deber;n ser destruidos o llamarse de otra manera y reinterpretarse la historia y los monumentos. Todo lo que suene a Karachay debe desaparecer de la historia y de la vida. Hasta los cementerios, las l;pidas deben ser destruidas. As; lo dijo literalmente uno de los participantes. Son instrucciones terribles.
Probablemente mi rostro se transfigur;, porque ;l sin pausa alguna de inmediato me pregunt;:
- ;Y c;mo la pasaste sin m;, nadie te molest;?
- Me molestaron. Vinieron esos dos, Ermak y Gogia. A sus palabras respondi; Kytmir. Amenazaron con dispararle. Les dije que si lo hac;an, Dzhanbolat los matar;a. Se rieron y se fueron.
- Bueno. Vamos a dormir. Ma;ana ser; otro d;a.
 
Lleg; el a;o1944. Yo no me asomaba m;s all; del patio. Llevaba los asuntos de la casa, miraba por el ganado.
Un d;a Dzhanbolat lleg; a casa enojado y afligido.
- Estos canallas han contratado gente emigrante con suministros y v;veres en telegas de la aldea de m;s abajo y han comenzado a llevarse las l;pidas del cementerio a sus casas. Quieren cubrir con ellas sus patios.
- ;C;mo no pudiste detener semejante sacrilegio?
- Si hubiera podido, lo habr;a detenido. Me dijeron que cumpl;an las disposiciones de las organizaciones superiores. Expulsan el esp;ritu de los karachays.
- Dios los castigar;. ;C;mo pueden tocar las tumbas?
- Si ellos creyeran en Dios. Como bien ha dicho Kosta Hetagurov:
«Han ultrajado nuestra tierra, nos quitaron las monta;as y a los muertos no los dejan descansar...»
 
En ese momento se escucharon unos tiros. Los pe;ascos respondieron con el eco. Dzhanbolat agarr; el fusil y salt; a la calle. La gente en el cementerio gritaba, algunos corr;an hacia abajo. Dzhanbolat espole; al caballo. Cuando lleg; al cementerio, Ermak y Gogia protegidos tras las l;pidas miraban con los gemelos, buscando al que disparaba. Tres hombres estaban tirados, desangr;ndose.
Movieron algunas carretas con l;pidas y una con los muertos.
El francotirador hab;a sido certero.
 
Al d;a siguiente de la regi;n lleg; el jefe del NKVD, el camarada Hierro. Lo acompa;aban diez combatientes bien armados. El encuentro tuvo lugar en el patio de Ermak. El patio estaba cubierto por las l;pidas.
El jefe del NKVD comenz; a gritar de inmediato:
- ;En qu; han estados ustedes ocupados aqu;? ;En vez de perseguir a los bandidos, remueven las tumbas, pelean con los muertos? ;Se distraen en los cementerios? Hemos dado parte de que todos los bandidos han sido destruidos. ;Y ustedes aqu; se distraen, mientras ellos siguen vivos y adem;s matan a plena luz del d;a a los ciudadanos civiles! ;Quien va a querer venirse a vivir aqu; despu;s de esto? ;Holgazanes! ;Les doy de plazo una semana! ;Traigan las cabezas de esos bandidos! ;En caso contrario ser;n sus cabezas las que volar;n! Si necesitan combatientes, se los dejar;. Si no, arr;glenselas con sus propias fuerzas. La direcci;n de la regi;n nos ha dado una semana de plazo para acabar con todos los bandidos. ;Lo han entendido?
Ermak y Gogia obedientemente menearon la cabeza. Dzhanbolat no se uni; a ellos y se dirigi; a Hierro:
- Perm;tame expresar unas consideraciones. Me parece que el que dispar; fue una sola persona, y es poco probable que sea un bandido.
El rostro de Hierro enrojeci;. Pero se contuvo, y s;lo murmur; a trav;s de los dientes:
- Interesante, interesante. ;Por qu;?
- Si fuera un bandido, tranquilamente hubiera podido golpear a esos tres nuestros hace mucho tiempo. Nosotros andamos abiertamente, y ;l nos ve. ;Acaso tiene sentido que un bandido se exhiba? Aqu; la causa, pienso, est; en otra cosa.
- Contin;a.
- M;s bien, se trata de alg;n karachay que se esconde por ah;. ;l no soport; cuando vio c;mo profanaban las tumbas de sus antepasados que han muerto. Pienso que no se detendr; hasta que no mat; a Ermak y Gogia, ellos tambi;n estaban en el cementerio. Espero, nos adelantemos y lo ultimemos primero.
- ;Que se te pudra la lengua, nos auguras mal ag;ero!, – grit; Ermak asustado. – ;Antes te matar;n!
- A esta conclusi;n llego, conociendo la psicolog;a de los karachays, - continu; Dzhanbolat, sin m;rarlo. – Ese no es el asunto. Cualquier persona, de cualquier nacionalidad y fe, montar;a en c;lera tambi;n, al ver la profanaci;n de la memoria de sus antepasados.
Hubo una pausa. Hierro, atento, miraba a Dzhanbolat. Despu;s se volte; hacia los dem;s:
- ;Est;n de acuerdo con la opini;n de Dzhanbolat?
Åðìàê, mirando con rabia a Dzhanbolat, dijo:
- Dzhanbolat quiere proteger, probablemente, a su correligionaria. Para nosotros todos los karachays son unos bandidos, traidores, renegados y enemigos del poder Sovi;tico. M;s, si se esconden en los bosques. M;s, si han matado a tres personas. Y en cuanto a las l;pidas, el propio S;slov ha dicho que es necesario destruir todo lo que pueda recordar a los karachays. Es por eso que expulsaremos su esp;ritu de aqu;.
- ;Cubriendo con l;pidas el piso de su patio? ;Tales fueron las instrucciones que les han dado de arriba?
Gogia interrumpi; a Dzhanbolat:
- Con gusto pisotear; sus tumbas y sus l;pidas. Y si encuentro a esos bandidos, los patear; hasta que estiren la pata.
Hierro vacilaba: si dijera que no tocaran las tumbas, resultar;a que defend;a a los bandidos. Adem;s la instrucci;n girada era destruir todo lo que oliera a karachay para que no quedara huella de este pueblo. Probablemente comprend;a en el alma que Dzhanbolat ten;a raz;n. Pero dijo otra cosa:
- En cualquier caso, la persona que se esconde en el bosque con un arma, ya es un criminal. Hay que encontrarlo y liquidarlo. E ir por las l;pidas o no ir, eso ya lo dictar; la conciencia de cada quien. Hay que odiar a los enemigos concretos, los bandidos, pero no a sus antepasados. En todo debe haber justicia.
- ;Haber diga, es justo que mientras los karachays combaten en el frente, à sus mujeres, ancianos y ni;os los deporten? Considero que es lo correcto. Stalin no puede equivocarse.
Hierro mir; a Gogia, como si quisiera decir: «;Qu; canalla! Maldito sopl;n».
Pero se limit; a decir en voz alta:
- Stalin no puede equivocarse. En eso tienes raz;n. Por eso digo que hay un plazo de una semana para aniquilar al bandido.
Despu;s en casa de Ermak bebieron vino, que trajo Gogia. Por la ma;ana Hierro con los suyos se fue, no sin antes repetir que les daba una semana de plazo. Y agreg; adem;s: si no se las arreglan, habr; que reemplazarlos a todos.
 
 
4
 
Daljat hab;a nacido en nuestra aldea. Antes de la guerra trabaj; como colaborador cient;fico con trayectoria en el Instituto de Investigaci;n Cient;fica de Karachay, ten;a formaci;n superior en historia y filolog;a. Dominaba el alem;n. Mi padre Safar trabajaba junto con ;l.
En los primeros d;as de la guerra Daljat fue movilizado. Pas; la escuela de espionaje y cumpli; tareas especiales. Por su valor excepcional en el frente fue propuesto al t;tulo de "H;roe de la Uni;n Sovi;tica”. Y cuando lo llamaron al cuartel general, los colegas le informaron que era probable que le otorgar;an esa condecoraci;n.
- El galard;n podr;an entregarlo aqu;, donde hay algo que no est; bien, - dijo Daljat.
- Es una condecoraci;n que no es sencilla. Ve-ve, cuando la recibas,  celebraremos.
En el estado mayor Daljat vio a conocidos de Karachay. Sobre ellos escrib;an, como h;roes, en la prensa del frente. Result; que no eran pocos los karachays que hab;an destacado. Todos ellos fueron propuestos para recibir muy altas distinciones. A ellos les dieron a conocer y les leyeron el Decreto del Presidium del Soviet Supremo de la URSS sobre la liquidaci;n de la regi;n aut;noma de Karachay y la deportaci;n de todos los karachays a otras regiones de la URSS.
«Miren la alta distinci;n que nos han preparado», - Daljat no cre;a lo que escuchaban sus o;dos.
El oficial continu;:
- Por este motivo, todos los soldados y oficiales de nacionalidad karachay ser;n dados de baja del ej;rcito en campa;a. Pero a tales combatientes excepcionales, como ustedes, no quisi;ramos perderlos. A ustedes que por su hero;smo han sido propuestos a las m;s altas distinciones de la Patria, intentaremos conservarlos, claro est;, si ustedes mismos quieren combatir m;s adelante. El caso de cada uno lo examinaremos personalmente.
Como Daljat ya no podr;a combatir en su calidad de karachay, en sus documentos lo anotaron como t;rtaro. As; continu; combatiendo en la guerra, pero el t;tulo de H;roe al fin no se lo dieron. En uno de los combates Daljat fue gravemente herido, y despu;s del hospital en el frente fue enviado a continuar su tratamiento a la ciudad Kislovodsk. All; encontr; a su paisano Jarun, de una aldea vecina, que tambi;n estaba recuper;ndose de unas heridas. Acordaron que despu;s del hospital ir;an a Asia Central a buscar a sus parientes. 
Al curarse, Daljat decidi; visitar el a;l natal, aunque sab;a que all; ya no hab;a karachays. No hab;a fuerza que lo detuviera, era tanto lo que le atra;a ver la casa paterna. Con igual disposici;n Jarun se dirigi; a la otra aldea, para visitar su terru;o, su casa y despedirse de la patria, porque ya al frente no los enviar;an nunca m;s: les iban a dar la invalidez.
Hasta su aldea, Daljat fue conducido por una persona de Transcaucasia. En la carreta, le pregunt;:
- ;De qu; nacionalidad eres? ;Dices que t;rtaro? No lo pareces.
- S;, soy mestizo. Mi madre es rusa, - minti; Daljat.
- Ah-ah. Bien, est; claro entonces. Quieres ver las monta;as. M;ralas, pero anda con precauci;n. Aunque a esos bandidos karachays los han deportado, en las monta;as a;n hay muchos rebeldes. Dicen que hace unos d;as mataron a tres civiles. As; que mira para todos lados. Aqu; env;an a gente de Georgia, de Stavropol, de Krasnodar. Pero nadie quiere venirse para ac;. Vivir en las monta;as siempre fue dif;cil, y ahora tambi;n es peligroso.
Daljat se baj; en la aldea de abajo y despu;s sigui; a pie. Todo estaba como antes: las monta;as, los pe;ascos, los bosques, los r;os. Pero no hab;a gente. Como si el alma se hubiera ido, y Daljat viera solamente el cuerpo. Hab;a un silencio sepulcral alrededor. Apareci; la aldea natal. De las chimeneas de tres casas sal;a humo. «Significa, que alguien vive aqu;», - pens; Daljat. Su casa estaba m;s adelante, y de la chimenea tambi;n sal;a humo. Pero Daljat no pudo pasar de largo por la casa de Ilias-hadzhi, que antes visitaba muy a menudo: el hijo de Ilias, Safar, y Daljat eran del mismo a;o y grandes amigos. Daljat decidi; aclarar, qui;n viv;a ahora ah;.
 
Hab;a una gruesa cerca de piedra alrededor de la huerta y una igual de gruesa, s;lo que de madera, alrededor de la casa. En tono bajo llam; en ruso:
- ;El due;o!
Era extra;o y salvaje pronunciar esas palabras. Antes no se le hubiera ocurrido tal cosa. En el interior de la huerta se escuch; el rugido de le;n de un perro enorme. Le record; a Kytmir. Y contra su voluntad se le escap; ese nombre: ;Kytmir! El rugido del perro se detuvo. Despu;s se abri; la puerta de la casa y se escuch; una voz femenina:
- ;Qui;n es? Dzhanbolat no est;.
Daljat retrocedi; y se subi; a una roca enorme para ver a la due;a de la voz. Madina tambi;n lo vio. El uniforme militar le imped;a reconocer si se trataba de Daljat. Pero cuando ;l comenz; a hablar, en seguida lo reconoci;, faltaba m;s no reconocer al amigo de su padre. Y su t;o Biorukan lo hab;a salvado de la muerte, al dispararle a un oso enfurecido que lo hab;a atacado en el bosque. Sin embargo, Madina se retuvo en expresar su alegr;a: «De d;nde puedo saber qui;n es ;l ahora. ;Dios no lo quiera y sea del NKVD. Si me reconoce, estoy perdida». Ten;a tantas ganas de conversar.
- Soy t;rtaro. Hace poco regres; del frente. Me encuentro en recuperaci;n en un hospital cerca de aqu;. Por el fin de semana quise visitar las monta;as.
«T; eres tan t;rtaro, como yo azerbayana», - pens; Madina. Pero el miedo no la dejaba abrirse y hablar en el idioma natal. El comportamiento de Daljat fue exactamente igual. As; fue como se dio que estuvieran ah; parados dos paisanos en su aldea natal y no se atrevieran hablar en su lengua, ni reconocer su propia nacionalidad.
Al fin, Madina se decidi;:
- Pase a la casa, viajero, t;mese un  ayran[2]. S;lo atar; al perro.
- No hace falta atarlo. Es el guardia que vela por t;, - dijo Daljat y pas; al patio.
Para sorpresa de Madina, Kytmir se acerc; a Daljat, lo oli;, contento comenz; a saltar y jugar con ;l. Daljat lo abrazo por el cuello.
Madina se puso de espaldas para no dejar ver sus l;grimas. «El perro lo reconoci; y se deja acariciar. Yo tambi;n lo he reconocido, pero no puedo ni hablarle, ni abrazarlo».
Mientras Daljat se ocupaba de Kytmir, Madina trajo una bandeja con carne, pan de ma;z y ayran. Daljat se sent;  en el tronco de un pino y con gran deleite empez; a comer su comida nacional. Despu;s le agradeci; a Madina y le dese; que Dios le cumpliera todos sus deseos.
Luego pregunt;:
- ;Es su perro?
- S;, ahora es nuestro perro, nos qued; de sus amos anteriores. Pero hay algo que no logro entender: el perro se ha comportado como si ya lo conociera. No se ha lanzado contra usted. Despierta temor en las personas desconocidas, a nadie le permite entrar al patio.
Daljat dud; por un minuto: decir la verdad o no. Sin embargo, tuvo cuidado y dijo:
- Todos los perros, hasta los ajenos, nunca me atacan. Por lo visto sienten que los respeto. Bueno, gracias por todo. Me voy. Pasar; todav;a por aquellas dos casas, en las que parece que hay gente viviendo.
Madina no se pudo contener:
- All; no viven personas, sino degenerados. Cubren con las l;pidas del cementerio sus patios y caminan sobre ellas. Pisotean la media luna y la estrella, y los nombres de los que han muerto. Visitar;s a esa gente. No vayas. Y adem;s corre el rumor, que…
Daljat se detuvo.
- ;Qu; rumor?
- Que matan a las personas, les cortan la cabeza y las entregan al NKVD.
- ;Por qu;?
- Porque por la cabeza de un bandido pagan diez mil rublos. Adem;s, por semejante celo hacen r;pidamente m;ritos de servicio.
- ;Y le han quitado la cabeza a muchos bandidos? ;Y en general hay muchos bandidos?


 
[1] Sacerdote musulm;n
[2] Bebida nacional de los pueblos de influencia turca, parecida al yogur ;cido (N. del T.)
; - No s;, no los he visto. Piensas ;van por los bosques, las monta;as y cazan bandidos? Si del miedo por las noches no salen de sus casas ni al patio.
- ;Entonces de qui;n son las cabezas que llevan al NKVD?
- Pues de personas como t;, que llegaron aqu; casualmente.
  Madina cort; en seco. Daljat vio en sus ojos tristeza y miedo. Por eso r;pidamente la tranquiliz;:
- No temas. A nadie dir; lo que me has dicho. Gracias por prevenirme.
- Si de regreso no tienes prisa, puedes pasar la noche en nuestra casa. Mi marido, Dzhanbolat se llama, debe llegar pronto.
- Gracias por todo. Por los alimentos, por prevenirme y por la invitaci;n. Lo m;s probable es que regrese a pernotar con ustedes, si tu esposo se encuentra en casa. Mirar; las circunstancias.
Daljat camin; r;pidamente en direcci;n de las casas, de las que sal;a humo. Madila comprendi; por qu; Daljat aspiraba visitar aquellas casas, ya que una que estaba pr;xima a ellas, era la suya.
Daljat se acerc; a su casa. En el camino verific; si la pistola estaba cargada. Era la misma pistola que le hab;an otorgado por haber participado en un operativo ;nico en la retaguardia del enemigo.
A su grito del patio se asom; un hombre que dijo que el due;o no estaba.
- No importa, esperar;, - dijo Daljat, entrando al patio.
All; dos hombres, el que hab;a abierto la puertecilla y otro muy parecido por su aspecto a ;ste, probablemente hermanos, cubr;an el patio con las l;pidas. Las pesadas piedras labradas con la media luna y la estrella e inscripciones cortas que saltaban a los ojos. Apellido, nombre, el nombre del padre y dos fechas: la del nacimiento y la de la muerte.
Dio una vuelta alrededor de todas las l;pidas, auscultando atentamente cada una. Los apellidos le eran conocidos, incluso vio la l;pida de su abuelo.
Daljat con dificultad contuvo el deseo de matar a los dos alba;iles.
- ;En d;nde est; el due;o?
- Gogia y su amigo salieron a buscar bandidos. Ese es su trabajo. Cazar bandidos y cortarles la cabeza. Deber;an haber regresado ayer, pero algo los debi; de retener. Probablemente fueron a inspeccionar otras ca;adas. ;Y t; qui;n eres?
- Vengo del frente. Me he estado curando en el hospital. Decid; venir a las monta;as, visitar los lugares donde hubo batallas. Vi que sal;a humo de la casa. Pens;, tal vez, que me dejar;an pasar la noche.
- Aqu; no hubo ninguna batalla. La gente local se pas; al enemigo, y los alemanes izaron  tranquilamente su bandera en la cima del Elbrus. Por eso Stalin les ha dado en la mollera, los arrest; y los envi; al destierro.
- ;Significa que a los karachays los deportaron porque no detuvieron a las tropas alemanas?
- Exactamente, compa;ero.
- ;Y por qu; nuestras tropas no detuvieron el avance enemigo? Resulta extra;o, nuestro ej;rcito no supo detener a los alemanes y retrocedi; hacia las monta;as. O qu;, ;las mujeres, los ancianos y los ni;os deb;an parar al enemigo, s;? ;C;mo fue que el enemigo lleg; hasta el C;ucaso? ;Por qu; otros pueblos no lo detuvieron? ;Por qu; otros pueblos no han sido deportados por Stalin?
- ;Oye-oye, amigo, por qu; est;s tan disgustado? ;Puede que tambi;n seas de su banda que tanto los defiendes? ;Qui;n eres para juzgar as; a Stalin?
Hablaba todo el tiempo uno de los alba;iles, el otro callaba.
- Yo te reprocho. Eres un mujik sano, no un anciano ni un inv;lido. ;Por qu; no est;s en la guerra, por qu; no defiendes con tu pecho a la Patria, por qu; no demuestras en el combate tu amor a Stalin?
- Eso no te importa. Mejor sigue tu camino. Hay algo en ti que no me gusta. Me impides trabajar.
- Estas son l;pidas en memoria de los muertos. ;Es este tu trabajo, soldado de la retaguardia? ;No temen que Dios los castigue?
- Nosotros somos ateos. No reconocemos a dios. Menos al dios musulm;n.  Nos pagan dinero, lo dem;s importa un bledo.
- ;Y si le dan dinero, matan a la gente?
- Depende qu; tipo de gente. A los karachays, por ejemplo. Por la cabeza de un karachay vivo o muerto pagan diez mil rublos. La jefatura nos dijo: ven un karachay, m;tenlo enseguida.
- ;Y ustedes han matado muchos?
El alba;il solt; la risa.
- Ojal; me encontrara alguno. La lana no me vendr;a mal.
- ;Y qui;n le concedi;  a ustedes semejante derecho de matar?
- ;Qui;n? El NKVD.
- En la Aldea de Abajo me dijeron que en estos d;as un bandido karachay hab;a matado tres personas. ;Y ustedes no quieren buscarlo, encontrarlo, matarlo, y recibir el dinero?.
- No. De esos asuntos se ocupan los profesionales. A esa caza salieron ayer Gogia y Ermak. Nosotros, si por accidente nos lo topamos, no lo dejaremos escapar.
- Realmente les estoy impidiendo trabajar. ;No pueden darme en alg;n sitio un lugarcito para dormir un poco, mientras llega el due;o?
- A la casa no lo podemos dejar entrar, pero puedes descansar all; en el establo, que es nuestro lugar. S;lo mu;stranos tu identificaci;n, para saber qui;n eres.
Daljat tendi; su certificado de oficial. Con atenci;n lo leyeron y se lo regresaron.
Se acost; en el catre de uno de ellos y a trav;s de la ventana observ; a los alba;iles. Golpeaban el martillo contra las piedras, y a Daljat le pareci; que golpeaban su coraz;n. Luego escuch; unos ladridos y el perro enorme comenz; a ara;ar la puertecilla del patio. Los alba;iles abrieron la puerta y entraron dos personas a caballo.
- Muchachos, hemos cortado la cabeza a aquel bandido que mat; a tres de sus compatriotas. M;renla.
Uno de ellos sac; de la mochila la cabeza humana y la ech; al suelo. El perro la agarr; al vuelo, pero se escuch; un grito rudo y la solt;. Los alba;iles se acercaron y el que no hablaba, la escupi;, y el otro le dio una patada. Despu;s algo dijeron muy quedamente, y Daljat entendi; que hablaban de ;l. Levant; el gatillo bajo la manta y dirigi; la pistola hacia la puerta.
Los dos cazadores abrieron la puerta de un tir;n. Uno lo amenaz; con su fusil , el segundo, sosteniendo por los cabellos la cabeza cortada, le dijo:
- ;Lo conoces? 
Daljat lo reconoci;.
Era la cabeza del pobre Jarun.
Daljat  jal; del gatillo. El que ten;a el fusil se derrumb; sobre el suelo. La segunda bala derrib; al segundo cazador. La tercera bala cay; en la frente del perro que se abalanzaba sobre ;l. Funcion; el irreprochable adiestramiento del explorador-saboteador del frente.
            Cuando Daljat sali; al patio, los alba;iles conversaban de pie, absolutamente seguros que los cazadores lo hab;an matado. Cuando vieron que el ca;;n de un arma soplaba en su direcci;n, quedaron pasmados.
- ;De manera que se puede escupir sobre una cabeza humana cortada? ;Se puede dar patadas, s;?
El alba;il m;s viejo, el locuaz, apenas balbuci;:
- Pero si mat; a tres de los nuestros.
- ;;l?! ;D;nde y por qu; mat; a sus paisanos?
Los alba;iles hicieron silencio.
- Se reunieron aqu;, ratas de la retaguardia. Son ustedes los que matan a personas inocentes y pisotean a los muertos.
Haciendo hincapi; en estas palabras, Daljat dispar; a los alba;iles. Despu;s entr; de nuevo al cuarto, busc; en los bolsillos de aquellos dos cazadores y sac; todos sus documentos. Entre ;stos estaba el certificado de oficial del pobre Jarun. Despu;s recogi; sus armas. Y pens; en pasar por su casa, su casa paterna. Pero en ese momento un ladrido y una voz masculina hicieron que se volviera hacia la puerta y la cerrara herm;ticamente. Despu;s se ech; sobre el catre, rompi; el vidrio de la ventana y dirigi; el ca;;n de la carabina hacia la puerta del patio. Por el gru;ido y ladrido entendi; que el perro era Kytmir.
De aquel lado se escuch; una voz:
- Soy Dzhanbolat. ;Qu; fueron esos tiros? ;Qu; ha pasado aqu;?
Daljat, tras cierta vacilaci;n, respondi;:
- Los bandidos est;n aniquilados. Soy Daljat, en la ma;ana habl; con su mujer.
- Abra, miremos qu; es lo que ha sucedido.
- ;Qu; quieres?
- No vengo a batirme, quiero conversar. Quiero comprender qu; es lo que ha pasado.
Daljat abri; la puerta.
Primero irrumpi; Kytmir. El olor de la sangre actu; en su naturaleza animal en seguida. Con ojos penetrantes miraba con ferocidad a Daljat, a diferencia de la ma;ana. Y con seguridad se lanzar;a sobre ;l, si Dzhanbolat no lo hubiera tranquilizado.
Dzhanbolat escuch; con atenci;n todo lo que cont; Daljat.
- ;Matar a un veterano del frente, cortarle la cabeza para hacerla pasar como la de un bandido en el NKVD? Cualquier serrano en tu lugar hubiera hecho lo mismo. Haremos lo siguiente. Lo dejamos todo como es. Pon los documentos donde estaban. Ma;ana ir; a la cabeza de distrito para contar todo. No debes figurar en ninguna parte. Nosotros no te hemos visto, t; no nos has visto. Volver;s a tu hospital, y cuando salgas te ir;s a tu Tatarst;n. Sospechar de t; o buscarte a nadie le pasar; por la cabeza.
- ;Y qu; hacer con la cabeza del pobre Jarun? Hay que encontrar el cuerpo... Es necesario enterrarlo.
- Sin la cabeza no podr; demostrar las atrocidades que comet;an. Sin la cabeza no quedar; claro, por qu; mataban a tantas personas. No, la cabeza no la toques.
- ;Que sea as;, como dices!. Pero no volver; al hospital. Y no me ir;, como dices, a "mi Tatarst;n». Quiero quedarme aqu; en las monta;as. ;No podr;s ayudarme en esto?
- Ma;ana ser; otro d;a. Hablaremos, pensaremos. Vamos, Madina dijo que pernoctar;s con nosotros. Ha preparado empanadillas t;picas de karach;i, de papa, queso y carne.
El d;a declinaba. Daljat iba con Dzhanbolat y no pod;a de ninguna manera librarse de la sensaci;n que alguien los segu;a. De repente el perro dio vuelta bruscamente a un lado y ech; a correr entre los arbustos en la cuesta. Se escuch; un alboroto, pero el perro no ladraba. Daljat y Dzhanbolat prepararon sus armas. Pero de los arbustos sali; una voz:
- No disparen. Soy yo, Bioriukan.
Un hombre peludo sali; con Kytmir de los arbustos. Bioriukan estrech; con fuerza la mano de Dzhanbolat, y à Daljat lo abraz; fuertemente. Iban hacia la casa de Safar. Ten;an mucho qu; contarse el uno al otro. En el futuro les esperaban todav;a pruebas m;s fuertes...
 
5
 
Cuando entraron al patio, Madina sali; a encontrarlos. Se detuvo confusa.
- Por qu; recibes con tan poca amabilidad a los invitados, - dijo Dzhanbolat.
- ;Acaso he cambiado tanto que no me reconoces? – Dijo medio en broma Bioriukan.
- T;o Bioriukan, - apenas pronunci; Madina y se colg; de su cuello, ahogada en l;grimas.
- Tan valiente que se comportaba y m;renla ahora, - observ; Dzhanbolat.
Como ya era el momento de la oraci;n vespertina, los hombres haciendo una genuflexi;n, se pusieron a rezar. Despu;s de la oraci;n se dispusieron a cenar. Carne, empanadillas t;picas, ayran, todo estaba en la mesa. ;Qu; m;s necesita el serrano? Por el nombre del Alt;simo comenzaron y acabaron el refectorio. Se dispusieron a conversar.
Madina comenz; a contar c;mo la deportaron. C;mo, durante meses, dieron de comer a las tropas que vinieron, para luego deportarlos. C;mo los mismos militares tomaban las joyas, c;mo no permit;an reunirse tranquilamente y no aceptaban tomar consigo m;s cosas y productos, lo que le sucedi; en el camino, c;mo la hab;a salvado Dzhanbolat y c;mo los hab;a casado el efendi.
Luego Daljat les cont; sobre ;l y todo lo que sab;a sobre el pobre Jarun. Cuando el turno le toc; a Bioriukan, todo como que se tens;, en cierto modo: personificaba a una persona del bosque.
- Ustedes saben, yo combat; en la divisi;n de caballer;a. En 1942 nuestra caballer;a se lanz; contra una columna de tanques. Pr;cticamente nos destruyeron, s;lo una peque;a parte cay; prisionera. Con tres compa;eros logramos huir, pero de ning;n modo pod;amos alcanzar las divisiones de nuestro ej;rcito que retroced;an: ya hab;an pasado las monta;as y estaban en Georgia. Las tropas alemanas se encontraban cerca. Entonces comenzamos a buscar los destacamentos guerrilleros. Result; que el movimiento guerrillero no exist;a. Aquellos grupos, que hab;an sido creados, fueron aplastados por los alemanes.
- ;Por qu;? – lo interrumpi; Dzhanbolat.
- Porque el primer secretario del comit; regional del partido de Stavropol, Mija;l S;slov[1], que deb;a encabezar el movimiento guerrillero, huy; a Daguest;n y se escondi; all;. Los destacamentos que se quedaron sin direcci;n, se convirtieron en presa f;cil de los alemanes.
- ;Y qu; pas; contigo?.
- Me un; al grupo de Mudalif Batchaev. Segu;amos el movimiento del enemigo, su cantidad, su t;cnica para el combate, y al no tener la posibilidad de comunicaci;n con S;slov, entreg;bamos la informaci;n a Transcaucasia. Por ejemplo, cuando en enero de 1943 los alemanes retrocedieron, transmitimos todos los detalles del car;cter de esa acci;n.
Bioriukan hizo silencio, mirando a la pared. Al rato sali; de su embotamiento.
- Luego llegaron los nuestros. El mando nos invit; y agradeci; por los valiosos informes que les hac;amos llegar. Como Mudalif estaba a disposici;n especial del comit; regional del Partido en Karachay, tuvo que irse. Yo ped; que me enviaran a cualquier unidad militar en la que pudiera combatir. De ser posible al servicio de inteligencia en el frente. Por alguna raz;n ;sto despert; sospechas. Y empezaron a interrogarme. Me interrogaron dos de “Muerte a los esp;as” del NKVD.
- ;Dices que estuviste prisionero?
- S;, pero hu;.
- ;Y por qu; te entregaste como prisionero?
- Yo no me entregu;. Combat;, mientras las municiones no se me acabaron.
- Y cuando se te acabaron las balas, te rendiste.
- Con el pu;o no pod;a detener los tanques. Y por lo dem;s, sacar la caballer;a contra los tanques es un crimen. Pr;cticamente toda la divisi;n fue aniquilada.
- No moriste como los dem;s, sino que ca;ste prisionero. Y de ah; te permitieron huir.
- Mat; al guardia y hu; con tres compa;eros.
- ;Y d;nde est;n esos tres? ;Pueden confirmar lo que t; dices?
- D;nde est;n, no lo se. Pero puedo decir sus nombres.
Los anotaron. Esos dos de “Muerte a los esp;as” me interrogaban con odio.
- Es mejor que te arrepientas.
- ;De qu;?
- Sabemos que fuiste reclutado por los alemanes.
Al principio pens; que bromeaban. Pero no era as;.
- Mientras se aclara definitivamente lo de tu captura y huida, quedas arrestado.
Me ataron de las manos, me pusieron una bolsa en la cabeza, me metieron en un veh;culo y me llevaron. Me retuvieron algunos meses en una especie de s;tano de hormig;n. Me pegaban y torturaban. Una vez llegu; a pensar, si estoy muriendo as; ;m;s vale que mate tambi;n a alguno de estos investigadores verdugos? A la siguiente vez, cuando me llamaron al interrogatorio, aprovechando un momento, le di un bofet;n en los ojos con toda la fuerza que me quedaba al que me interrogaba y con gran placer alcanc; a golpearlo varias veces m;s, cuando se me echaron encima cinco hombres.
Despert; en otra recamara. Hab;a varias personas. La persona que intentaba hacerme recobrar el sentido era Mudalif. Intent; decir algo, pero de nuevo me desmay;. S;lo al tercer d;a fui capaz de comprender y hablar algo.
Mudalif alegremente dijo:
- Alan[2], resultaste ser muy fuerte. Pens; que te hab;an despachado.
Le pregunt;:
- ;C;mo llegaste aqu;?
A mi pregunta contest; con otra pregunta:
- ;Y t;?
- ;Yo? Me tomaron por un esp;a. Y procuraron obtener evidencias tortur;ndome. T; mismo sabes que si uno ha estado prisionero, te miran con sospecha. ;Y t; por qu; est;s aqu;?
Mudalif me mir; a los ojos y dijo:
- ;Por que? Por la verdad. S;lo por haber dicho la verdad. Dije la verdad en presencia de todos a los ojos de S;slov.
Viendo que yo no comprend;a completamente, Mudalif cont; todo con detalle.
- En septiembre tuvo lugar el pleno del comit; regional del partido de Stavropol. Intervino el primer secretario S;slov. Su discurso fue extra;o. Todav;a en abril ;l subrayaba que los karachays demostraban hero;smo en el frente y en la retaguardia. Y ahora sosten;a sin ambages ni rodeos todo lo contrario. Adem;s, acus; a los karachays de haber deshecho el movimiento guerrillero, de no haber puesto resistencia al enemigo, de haber dejado pasar a los alemanes a los parajes del C;ucaso, que casi todos los karachays se hab;an pasado al enemigo y se dedicaban al bandolerismo, etc;tera. Antes de acusar, siempre estigmatizar. Pero si en tan alto nivel acusan a todo un pueblo, bien comprender;s lo que eso significa.
Por eso tom; la palabra y dije:
- Compa;ero S;slov, en abril usted le inform; a Stalin, «que los karachays toda su vida, todas sus fuerzas las han entregado al inmenso y sagrado objetivo  de la liberaci;n de la patria amada de los avasalladores extranjeros». Los karachays estuvieron contentos y orgullosos de leer esas palabras en el peri;dico «Stavropolskaia Pravda» del tres de abril de a;o que corre, 1943. ;Qu; es lo que ha sucedido en estos cuatro meses para que usted acuse ahora de todos los pecados mortales al pueblo de Karachay? ;Acaso los karachays no contin;an combatiendo contra los alemanes tan heroicamente c;mo antes? ;Acaso los karachays no han restablecido en el plazo m;s corto los kolj;ses y los sovj;ses deshechos por los alemanes? ;Y qu; es esa acusaci;n de que los «karachays no han detenido al enemigo»? ;C;mo pod;an las mujeres, los ancianos, los ni;os detener a los alemanes? ;Los alemanes llegaron al C;ucaso a trav;s de todo el territorio de Rusia, por qu; no los detuvieron ni nuestras tropas, ni otros pueblos? 
;Y qu; es esa expresi;n «una cierta parte se ha pasado al enemigo»? ;Cu;nto significa «una cierta parte», decenas, centenas, miles? ;Acaso el NKVD no lo sabe? Lo sabe. Yo tambi;n lo se porque ahora junto con los ;rganos de la seguridad del estado estudio el asunto. La cantidad de condenados por traici;n y complicidad con los ocupantes es de 270 personas, un 0,3 % del n;mero total de la poblaci;n de Karachay. Esto es s;lo un peque;o grupo de gente de un pueblo que fue sometido en los a;os de la d;cada de los veinte a las represiones m;s crueles, por lo que hay resentimiento. Conozco la situaci;n desde dentro tambi;n porque durante la ocupaci;n por los alemanes del territorio de Karachay yo encabec; un destacamento guerrillero.
Y la acusaci;n que «los karachays deshicieron el movimiento guerrillero en el ;rea» no corresponde a la realidad. ;Qui;n deb;a organizar el movimiento guerrillero? Usted, compa;ero S;slov. ;Qui;n deb;a encabezar el movimiento guerrillero? Usted, compa;ero S;slov.
;Y c;mo result; en realidad?
No pod;amos encontrarle. Usted huy; lejos m;s all; de los l;mites de la regi;n y se escondi; en la ciudad de Kizliar, en Daguest;n. Los destacamentos guerrilleros aislados, que se quedaron sin direcci;n, fueron r;pidamente aniquilados por los alemanes. Yo personalmente no pod;a comunicarme con usted, y me vi obligado a transmitir a Transcaucacia todos los datos sobre los movimientos de los alemanes. As; que no fueron los karachays los culpables en la desorganizaci;n del movimiento guerrillero, sino usted, compa;ero S;slov. Y su culpa no es necesario cargarla a otros, y mucho menos a todo el pueblo de Karachay.
Despu;s de mi intervenci;n inmediatamente me arrestaron. Pens; que me fusilar;an. Le escrib; una carta a Stalin, pero es poco probable que le llegara. Si a S;slov no lo encarcelan, o al menos no lo destituyen de la direcci;n regional, ;l, para salvar su pellejo, le echar; la culpa de todo a los karachays. Entonces qu; pasar; con nuestro pueblo, no lo s;, en tiempo de guerra todo puede suceder.
- ;Y la direcci;n de la provincia de Karachay no proteger; al pueblo?
- No, la provincia la dirige un protegido de S;slov. A ;l, por petici;n de S;slov, lo llamaron del frente especialmente para que encabezara la regi;n. ;l firmar; todo lo que le digan de arriba. Es decir, a trav;s de ;l, S;slov preparar; todo para la represi;n de nuestro pueblo. Sufrir;n los ni;os inocentes, los ancianos, las mujeres.
- ;Piensa que podr;n fusilar a todo el pueblo?
- No lo creo, al pueblo lo pueden deportar. Dispongo de cierta informaci;n que confirma mis suposiciones».
No volv; a ver a Mudalif, porque al d;a siguiente me llevaron a Mikoyan[3] para la confrontaci;n con algunos detenidos. En el camino me las ingeni; para huir. Probablemente  pensaron que me arroj; a uno de los precipicios, o algo por el estilo. ;De otro modo c;mo se lo explicar;an? Desde entonces vivo como un lobo, en el bosque. Somos varios jodidos los que vivimos as;. Yo vi c;mo deportaron a nuestro pueblo. Ten;a raz;n Mudalif. Pero de ninguna manera pudo ayudar a su pueblo, ni a los suyos. As; son las cosas.
Por un momento se hizo un silencio. Luego Dzhanbolat le pregunt; a Daljat:
- ;Por qu; quieres quedarte aqu;? ;No ser;a mejor para ti ir a Asia Central, a donde enviaron a tu pueblo, buscar all; a los parientes y tratar de           ayudarlos?
- ;Eh-eh, piensas que el NKBD no llegar; por m; all;? Entonces ser; una muerte ignominiosa en las c;maras de tortura. Para los parientes ser;a una nueva pena, y para m; una muerte vergonzosa. M;s vale morir aqu;, en las monta;as natales. Al menos podr; defender las tumbas de los antepasados hasta la muerte.
- Pues bien, ahora pienso, que nadie se atrever; a tocar las tumbas.
- Dzhanbolat, tengo una petici;n para t;. Que los colonos que hurtaron l;pidas, las regresen al cementerio. En caso contrario nos vengaremos por la vejaci;n a la memoria de nuestros antepasados, quienes ya no se pueden defender.
Dzhanbolat mir; con atenci;n a Bioriukan.
- No te preocupes, si no lo hicieran ellos, yo mismo regresar; las l;pidas.
- No, Dzhanbolat, as; como ellos las han tra;do, que sean ellos que las regresen. Si quieren vivir en nuestras casas, pues que vivan, pero que no toquen nuestras tumbas.
- Con tal de que no adivinen que yo tengo relaci;n con ustedes.
- T; di las cosas de tal manera que ni siquiera les pase eso por la cabeza.
- Ma;ana debo ir al departamento regional del NKVD, a ver al compa;ero Hierro. ;l dio un plazo de una semana para que Ermak y Gogia traigan la cabeza del bandido que mat; a tres ciudadanos pac;ficos. Y ahora me aparezco yo y digo: los cazadores y dos ciudadanos pac;ficos m;s fueron asesinados. ;Cu;l ser; su reacci;n? No s;. Puede ser que me arresten, puede que vengan conmigo con fuerzas considerables del NKVD para buscarlos a ustedes. Y yo debo, como alguien que conoce m;s o menos la localidad, mostrarles los lugares donde los bandidos, es decir ustedes, pueden esconderse.
- T; ll;valos a lo profundo del bosque, all; los esperaremos.
- No, Bioriukan, no puedo exponer ni a Madina, ni a mis parientes en la aldea. Sabes perfectamente que los arrestar;an a todos. As; que se esc;ndanse en aquellos lugares en donde los del NKVD no pueda encontrarlos.
- Ma;ana ser; otro d;a, como se dice. Daljat y yo nos iremos en la oscuridad antes de que amanezca.
- Bien. Ahora acu;stense a dormir. Lleven los v;veres que necesiten. Vigilen nuestra casa. Si ma;ana no vuelvo, y pasado ma;ana tampoco, entonces ll;vense a Madina.
 
6
 
- Compa;ero Hierro, traigo malas noticias.
Hierro mir; hoscamente a Dzhanbolat.
- ;Sabes lo que les hac;an, en los tiempos del zar, a los que le llegaban con malas noticias? Bueno, yo no soy el zar y los tiempos son otros. ;Habla, qu; ha sucedido?
- Anoche, al regresar de la ronda por el territorio de la aldea, me dirig; a la casa de Gogia. Las puertas del patio estaban abiertas. Al entrar vi que dos alba;iles de los colonos estaban muertos sobre las l;pidas. La casa estaba cerrada. Y en el cobertizo descubr; los cuerpos baleados de Gogia y Ermak.
Hierro se puso de pie y sin decir nada empez; a caminar para un lado y otro. Luego se detuvo y con tono funesto pregunt;:
- ;Es todo lo que puedes decir?
- Y adem;s all; en el patio yac;a una cabeza cortada.
- ;Significa que ellos, sin embargo, hab;an atrapado a un bandido?
- As; parece. Aqu; est;n los documentos. Le cortaron la cabeza al primero que se dej; atrapar. Result; que era un combatiente del frente que se encontraba en tratamiento en Kislovodsk. La cabeza cortada y la fotograf;a en los documentos son muy semejantes.
- ;Quieres decir que nuestros colaboradores secretos se han convertido en bandidos?
- Yo no hago ningunas conclusiones. S;lo informo lo que he visto.
- ;Y por qu; en seguida no vino con nosotros?
- ;En la noche? Pod;an matarme en el camino. Adem;s no quer;a levantarlos a esas horas a ustedes.
Hierro agarr; el tel;fono. Dzhanbolat, de pie, escuchaba.
- ;El jefe de hospital? Este es Hierro del NKVD. ;Los militares que se encuentran con ustedes en tratamiento, est;n todos en su lugar? ;Y cu;les son sus apellidos? ;Y desde cu;ndo no est;n? As;, est; claro. Todav;a le molestaremos. Hasta pronto.
- Estos nombres le dicen algo: ;Daljat, Jarun?
- Jarun, probablemente es el mismo, a quien le cortaron la cabeza. Y quien es Daljat, no lo se.
- ;La pregunta es qu; hac;a Jarun donde ustedes?
- Con nosotros no hab;a ning;n Jarun. Pienso que lo mataron en otro lugar, le cortaron la cabeza y la llevaron consigo para tra;rsela a ustedes.
- ;Y qu; hac;a Jarun en las monta;as? ;Quer;a unirse a los bandidos? ;De otro modo para qu; se fue del hospital a las monta;as? Y he aqu; el resultado. ;Y el otro, Daljat, en d;nde puede estar? Habr; que ocuparse de sus antecedentes. Bueno, eso se lo encargar; a Zhore.
            As;, hablando no tanto con Dzhambolat, sino m;s bien consigo mismo, Hierro hizo algunas llamadas, dio algunas instrucciones. Y por fin le prest; atenci;n.
;No te parece extra;o que matan a todos alrededor, y a ti nadie te toca?
- Ay, compa;ero Hierro, eso es cuesti;n de tiempo. Hoy les toca a otros, ma;ana a m;.
- ;Vaya … C;mo piensas, cu;ntos pueden ser estos bandidos?
- No creo que sean muchos. Tal vez, dos o tres personas. Si fueran muchos, pienso que actuar;an m;s descaradamente.
- C;mo m;s descaradamente, han matado a tres en el cementerio, y a cuatro directamente en su casa.
- Me parece, que si no se hubiera empezado a remover el cementerio, no se hubieran dado estas v;ctimas. No habr;an aparecido estos bandoleros.
- Que hayan aparecido o no, lo cierto es que estos bandidos existen. Y si existen, es necesario encontrarlos y aniquilarlos. ;Qu; debo decirle a los jefes? ;Que los bandidos existen, que matan ciudadanos pac;ficos y a colaboradores del NKVD, y que nosotros nada podemos hacer? ;Eso es lo que les dir;? Faltaba m;s, no quiero que me fusilen. As; que no perderemos el tiempo. En el camino y all; en el lugar lo discutiremos todo. Ir;n diez combatientes conmigo. ;O se necesitar;n m;s?
- Que sean cien, mejor. Hay que peinar como se debe los bosques de los alrededores y los pe;ascos.
- No. Por ahora haremos s;lo una exploraci;n y recogemos los cuerpos de los nuestros. Despu;s, arreglar; todo con los superiores, y como ellos ordenen, actuaremos. Y ahora sal, le informar; de todo por tel;fono a mis jefes superiores. De la cabeza cortada y el documento del combatiente del frente.
 
6
 
Cuando llegamos a la aldea, donde viv;an los colonos, encontramos al jefe de la comunidad. Hierro le pregunt;:
- ;Los bandidos no los han molestado?
- No, no los hemos visto. Tal vez, ni existan en general.
- No pensamos as;. Ayer mataron a nuestros colaboradores y a dos alba;iles.
- ;C;mo? Hace poco mataron a tres de los nuestros. ;Y ahora a estos? Eran mis vecinos. Les dije que no tocaran las l;pidas. No me escucharon.
- Bueno, prepara unas personas, para traer sus cuerpos. Y una carreta con caballos fuertes para llevar a nuestros muertos a la cabeza de distrito. Los muertos se encuentran en el patio de la casa de Gogia. Prep;rense lo m;s r;pido.
 
Llegando a la casa donde viv;a Gogia, Dzhanbolat y Hierro se apresuraron y entraron al patio. Los dem;s se quedaron en la calle.
Los cazadores muertos y los dos alba;iles yac;an como ayer.
La cabeza de Jarun hab;a desaparecido.
Hierro se dirigi; a Dzhanbolat:
- ;D;nde est; la cabeza cortada?
Dzhanbolat se desconcert;:
- No logro entenderlo. ;Tal vez se la llevaron los que mataron a estos?
- ;Ser; que en realidad no existe?
- Usted tiene sus documentos.
- ;Entonces en d;nde se habr; metido esa cabeza?
- No s;. Pero estaba aqu;, la vi con mis propios ojos.
- Ahora, aunque haya un fuerte deseo de hacerlo, ser; dif;cil demostrar que los cazadores mataban a gente inocente.
- Pero usted mismo sabe cu;ntas cabezas tra;an para recibir las gratificaciones. Nadie comprobaba, si realmente eran cabezas de bandidos o de personas inocentes, como Jarun.
- Comprobar eso es imposible. Si estuviera aqu; esa cabeza que dices, ser;a f;cil comprobarlo. Yo pienso lo siguiente. Los bandidos estuvieron aqu;, mataron a todos, pero no tomaron la cabeza. Despu;s regresaron y la recogieron. ;Por qu; no la tomaron desde el principio?
Hierro mir; a Dzhanbolat fijamente a los ojos. ;ste no desvi; la mirada.
- Es un enigma, - dijo Dzhanbolat.
- ;Un enigma? – pregunt; Hierro. - ;No ser;a que alguna fiera se la llev;?
- ;Pero por qu; no desgarr; a los otros?
- Fue una fiera b;peda.
En ese momento llegaron las carretas. Cargaron a los occisos y sus cosas. Hierro asign; a dos soldados para el acompa;amiento al departamento regional del NKVD.
Hierro estaba col;rico y abatido.
- Ya es muy tarde para investigar hoy el lugar, ma;ana al amanecer comenzaremos a peinar el bosque cercano y las monta;as. Metan los caballos al patio y denles forraje. ;Todos deben estar en guardia! Frolov, t; quedas como responsable del grupo.
Dzhanbolat no quer;a quedarse en la habitaci;n, donde fueron ultimados los chekistas: parec;a como si el olor de la sangre impregnara todo alrededor.
 - ;Compa;ero Hierro, quiz; quisiera pasar la noche en nuestra casa? Mi mujer ha preparado una buena cena. All; podemos hacer  el plan para ma;ana.
Para sorpresa de Dzhanbolat, aquel consinti; de inmediato.
Al ladrido de Kytmir, Madina sali; de la casa y al ver a Dzhanbolat con un extra;o, se detuvo.
- Mi mujer, Tamara, - la present; Dzhambolat. – Es el jefe regional del NKVD, Felix, o como todos se dirigen a ;l, el compa;ero Hierro.
- Mucho gusto, - rezong; Hierro.
Despu;s de la suculenta cena comenzaron a discutir c;mo le iban a hacer para salir tras la huella de los bandidos. De repente, inesperadamente, cambiando el tema, Hierro dijo:
- Sabes, ser; mejor en general que nos olvidemos de esa cabeza. ;Cuando inform; de los hechos all;, - Hierro con el dedo mostr; hacia arriba, - sabes qu; reacci;n hubo? Dijeron que quienes mataron a los cazadores, para comprometerlos, pudieron haberles arrojado la cabeza y los documentos. Los bandidos son capaces de todo.
- Puede ser. Pero lo cierto es que esos cazadores les llevaron a ustedes no pocas cabezas humanas, y ni una sola vez comprobaron de qui;n eran, si de bandidos, o de combatientes del frente, o de simples turistas.
- ;Cu;les turistas? ;Qu; ocurrencias dices, estamos en guerra, de qu; turismo hablas?
- ;Entonces por qu; aparecieron en las monta;as esos veteranos del frente del hospital de Kislovodsk?
- Eso es lo que hay que aclarar, c;mo y qui;n es en realidad el que cort; la cabeza al veterano del frente y la ech; en el patio de Gogia. Para eso debemos atrapar vivo al menos a un bandido. De ;l podr;amos obtener entonces alguna confesi;n.
- ;Y si resulta que los autores del hecho fueron los cazadores?
- No. La direcci;n me ha enfatizado que me quite ese absurdo de la cabeza. Lo mismo y te aconsejo.


 
[1] Mija;l Andr;yevich S;slov (1902-1982), ide;logo duro y ortodoxo, miembro del Politbur;, que ascendi; en cargos desde 1931 hasta su muerte, sirvi; largos a;os al r;gimen de Stalin y m;s tarde jug; un papel central en el golpe que ces; a Nikita Jrushchov e instal; a Leonid Br;zhnev en la secretar;a general. Durante la Segunda Guerra Mundial supervis; las deportaciones de chechenos, ingushetios, carach;is y otras minor;as musulmanas del C;ucaso (N. del T.) 
[2] Forma tradicional de dirigirse a una persona entre los karachays (N. del T.)
[3] Ciudad en honor de Anastas Mikoy;n, alto dirigente en la administraci;n de Lenin. Ahora esta ciudad se llama Karachaevsk (N. del T.)
; - Est; bien. ;Y qu; hacer con las l;pidas? ;Llevarlas otra vez al cementerio o dejarlas ah; tiradas? Yo pienso que la causa del ataque de los bandidos fue la profanaci;n de sus antepasados muertos.
- Es una buena reflexi;n, - se anim; Hierro. - Haremos del cementerio el cebo para los bandidos. Tan pronto como comencemos a destruir todo sin interrupciones, inmediatamente se aparecer;n. Y cuando comiencen a disparar determinamos su posici;n, los perseguimos y los aniquilamos.
- Es poco probable que se acerquen demasiado, compa;ero Hierro. Tirar;n desde lejos, y mientras los alcanzamos, de ellos no quedar; ni una huella.
- ;Entonces qu; propones?
- Propongo llevar las l;pidas de regreso al cementerio. As; no habr; m;s asesinatos. Si alguien se esconde en el bosque, que se esconda, que estire la pata all;. Si all; viven los animales salvajes, pues que los bandidos se queden all;. Y si llegaran a mostrarse, los aniquilamos.
- Hay algo que no te entiendo, Dzhanbolat. ;Acaso ellos no se mostraron, no mataron a nuestra gente?
- Fue su venganza, por la mofa a la memoria de sus antepasados.
- Hablas as;, como si hablaras con ellos.
- Simplemente conozco la mentalidad de este pueblo. Pero como usted decida, as; lo haremos.
- ;Y bien, si conoces la mentalidad de estos bandidos, entonces di c;mo atraparlos, c;mo hacerlos salir del bosque?
- De ning;n modo. Simplemente ellos mismos saldr;n en cuanto comiencen a padecer hambre. Estaremos en alerta. Tan pronto como salgan, ah; mismo los atrapamos.
Hierro grazn; y escrutador mir; a Dzhanbolat.
- Al escucharte, Dzhanbolat, llego a un convencimiento: o te acobardas, o por alguna raz;n no quieres que los atrapemos, - le dijo con cierto ;nfasis.
- Yo simplemente he expresado mis consideraciones. No quiero que me mate la bala de un bandido, hay que aniquilarlos. ;Pero c;mo? Si usted conoce una mejor variante, d;gala.
- Si la conociera, no preguntar;a. No puedo decirle a la direcci;n que los bandidos han matado a nuestra gente, y que no podemos hacer nada.
- ;Pero c;mo encontrarlos? El bosque es muy grande. En los pe;ascos hay muchas cuevas. Claro, se puede buscar, quiz;s nos tropecemos con algo.
- Ma;ana por la ma;ana temprano comenzaremos a peinar los alrededores. Vamos a dormir.
 
7
 
Daljat cargaba con cuidado en el morral la cabeza de Jarun. Bioriukan le pregunt;:
- ;Y Jarun nunca dijo, de qu; aldea era?
- Si lo dijo. De Kaia Tiubiu.
- Conozco esa aldea. Est; vac;a. Para all; incluso los colonos no quisieron irse. Se encuentra mucho m;s alto que nuestra aldea y est; pegada directamente al bosque. ;Y no dijo Jarun, en d;nde estaba su casa?
- A menudo lo dijo. Que arriba de su casa no hab;a m;s casas, y que el agua de un manantial brota directamente de una de las rocas. Lo primero con lo que so;aba el pobre era embriagarse bebiendo de esa agua. Hasta chasqueaba los labios, imagin;ndolo. Era un muchacho muy joven. S;lo ten;a veinte a;os.
Durante un tramo caminaron en silencio. De repente Bioriukan dijo:
- Y nuestra majada tambi;n est; de ese lado. A lo mejor all; encontraremos su cuerpo y lo enterramos como debe ser.
Cuando llegaron a la aldea de Jarun, ya comenzaba a amanecer.
- Mira, aqu; hay perros. De qu; viven, no s;. Casi se han vuelto como lobos, completamente salvajes. Han formado bandadas, con su alborotador. Si el pueblo vuelve, tendr;n que irse a los patios. Qui;n sabe.
Ya hab;a aclarado, cuando llegaron a la casa de Jarun. Quisieron entrar al patio, pero al escuchar un terrible rugido, se detuvieron. Con los dedos en el gatillo de las pistolas, abrieron con precauci;n la puerta. Quedaron estupefactos: en el patio yac;a el cuerpo decapitado, y al lado un perro enorme. Su crispamiento era terrible. Estaba claro que no permitir;a nos acerc;ramos al cuerpo.
- Si nos ataca, tendremos que dispararle, - dijo Bioriukan.
 
As; sucedi;. Ya muerto el perro, se acercaron al cuerpo. Era Jarun. Daljat en seguida lo reconoci; por una herida de bala en la mano izquierda. Lo m;s asombroso era que el perro salvaje hab;a reconocido a su due;o, no lo hab;a tocado y lo custodiaba. Result; que a semejante perro tuvieron que matarlo.
Bioriukan fabric; con las ramas de un ;rbol una especie de camilla, en el que pusieron el cuerpo de Jarun y lo llevaron al cementerio. En la casita del cementerio hab;a unas palas, nadie se las hab;a llevado todav;a. Los dos excavaron r;pidamente un pozo con el nicho de costado, y despu;s de rezar una oraci;n, metieron el cuerpo en el nicho, agregaron la cabeza cortada, le cerraron los ojos azules que abiertos miraban con asombro, cerraron el nicho con piedras y llenaron el pozo de tierra. Luego pusieron una l;pida temporal. Y una vez m;s dijeron una oraci;n, y se fueron. Era necesario apresurarse.
 
8
 
Cuando se acercaron al primer cubil, como llamaba a su cueva cercana Bioriukan, los llamaron de un grito. Se acerc; un hombre espigado, armado de pies a cabeza. Salud; y de manera militar inform; a Bioriukan:
- Hay doce jinetes en la casa de Daljat. A los muertos - cuatro cuerpos – los cargaron en telegas. Ocho civiles y dos militares han salido al camino. ;Quieres mirar?
Bioriukan tom; los potentes gemelos militares y mir; atentamente.
- S;, as; es. Contin;a observando. ;Los dem;s est;n en el cubil?
Literalmente a medio centenar de pasos, se detuvieron, m;s bien los detuvieron.
      - Hemos llegado, - dijo Bioriukan.
Incluso un explorador experto del frente, como Daljat, apenas en ese momento pudo notar que se encontraba frente a la entrada de una cueva. Estaba tan bien enmascarada. Un guardia abri; la escotilla, y por una escalera estrecha descendieron un poco.
Los que se encontraban adentro se levantaron y saludaron respetuosos. Solamente dos se quedaron en su lugar, y a ellos se dirigi; Bioriukan. Daljat estaba sorprendido: ;l los conoc;a. Eran el legendario Kylych, h;roe de la primera guerra mundial, y el dirigente de la insurrecci;n de 1920 en Karachay, su hermano no menos legendario, Aslan, quien tambi;n encabez; la insurrecci;n de 1930.
A Daljat lo aceptaron como suyo. Que Kylych y Aslan lo hubieran recibido tan c;lidamente, fue suficiente para que la tensi;n en los otros desapareciera. Y cuando Bioriukan cont; que Daljat hab;a liquidado a dos chekistas y a los alba;iles, Kylych se acerc; y lo abraz;, diciendo: te has asegurado el camino al para;so. No hay clemencia para quien quiera pisotear la Media Luna y la Estrella.
 
Hab;a anochecido. Bioriukan entr; y dijo que en la aldea hab;an llevado los caballos al patio de la casa de Daljat, y el oficial «es Hierro, yo lo reconoc;», y Dzhanbolat entraron tambi;n al patio.
- Ahora podemos conversar todo tranquilamente. Ni un alma en la noche se aparecer; por ac;, - dijo Kylych. – Pero antes comeremos un bocado, lo que Dios nos ha dado.
        Bioriukan sac; todo lo que Madina le hab;a dado. Carne, pan, queso. Y lo m;s importante: ayran. No hac;a falta nada m;s. Al acabar la cena, todos agradecieron a Dios por la comida, y desearon a Madina bienestar.
Kylych decidi; conocer m;s de cerca a los dem;s con Daljat.
- Este muchacho fuerte es Kanamat. Es descendiente directo del rebelde Kanamat, de madre georgiana, domina perfectamente el georgiano. Junto a ;l est; Gapalau, el tercero es Barak. Todos ellos son de distintas ca;adas. Barak est; conmigo desde los a;os 20. Gapalau se uni; a nosotros junto con Aslan despu;s de la insurrecci;n en 1930. A Kanamat lo arrestaron en el 37 y lo condenaron a diez a;os. ;Sabes por que? Porque dijo en una reuni;n del koljoz que encierran a mucha gente inocente en la c;rcel. De camino a su reclusi;n escap;, despu;s de matar a dos escoltas. Aunque tambi;n fue herido. Para su alegr;a nos tropezamos con ;l en el bosque. Esta es la brigada que tenemos, aunque el NKVD escribi; que ;ramos centenares, miles de bandidos que nos escondemos en los bosques.
En Daljat se despert; la curiosidad del investigador.
- Kylych, es un buen augurio que los haya encontrado a todos ustedes. Usted sabe que yo recog; y recojo materiales para escribir la verdad sobre los acontecimientos de nuestro siglo. ;C;mo fue posible que ustedes levantaran al peque;o pueblo karachay a sabiendas que el poder bolchevique podr;a aniquilar a todo un pueblo? Los bolcheviques destruyeron a la Rusia zarista, al movimiento blanco. ;Qu; podr;a significar para ellos el peque;o Karachay?
Kylych hizo silencio durante un rato. Luego dijo:
- Yo d; juramento a la Rusia zarista, combat; por Rusia. Pero no en la guerra civil, fratricida, que desataron los bolcheviques. T; eres joven y no eres testigo de esos acontecimientos. Los bolcheviques quer;an que cre;ramos el regimiento de Karachay y acab;ramos con las stanitsas[1] cosacas, las aldeas osetinas. Estamos listos para defender a Rusia, de la que Karachay forma parte, de los enemigos externos. Pero combatir contra nuestros vecinos nosotros eso no lo queremos, no necesitamos de esa guerra, es una deshonra. Los bolcheviques entonces quisieron movilizarnos a la fuerza. Y entonces nosotros para no combatir contra otros pueblos, volvimos las armas contra los propios bolcheviques. No ten;amos otra salida. O una de dos: someterse a los bolcheviques e ir  a destruir las stanitsas de los cosacos, o no someterse y exponerse al choque con el ej;rcito Rojo, caer en un combate desigual. Precisamente este ;ltimo motivo provoc; las avalanchas. El pueblo explot;. Pero hab;a otras causas.
Daljat, escuchando con atenci;n al mayor, no pudo contenerse
- ;Ellos eran unos cuantos?
- Eran muchos. Los bolcheviques, igual que en todas partes, en Karachay trataron de dividir al pueblo y azuzar a unos contra otros. Pero entre nosotros no hab;an ni muy pobres y ni muy ricos, como en Rusia. Esto no lo hab;an contemplado. Entonces pasaron a otra cosa, comenzaron a aclarar qui;nes de los antepasados hab;an sido siervos de la gleba, es decir esclavos. Y eso no los ayud;. Era dif;cil dividir a un pueblo monol;tico en partes y hacerlas enfrentar unos a otras. Nos empujaban al fratricidio, lo que significa el suicidio. No les result; dividir nuestro pueblo en pobres y ricos, en rojos y blancos. Entonces comenzaron a fusilar al clero y a las personas que hab;an recibido formaci;n laica en los establecimientos de ense;anza imperiales. Comenzaron a arrestar y fusilar a todo aquel que con fe y verdad serv;a a Rusia, incluso a los militares. Fue la destrucci;n del pueblo ruso y no s;lo del ruso. Un ejemplo evidente de esto es nuestro pueblo poco numeroso.
      Kylych hizo silencio de nuevo. Daljat, sentado, tem;a que aquel no dijera nada m;s. 
- Y para que los hombres no pudieran resistirse, empezaron a recoger las armas, - continu; Kylych despu;s del silencio. - Todo esto condujo a la indignaci;n p;blica. Y la ;ltima gota, que llev; a la insurrecci;n general en Karachay, fue el intento de destruir a los cosacos y osetios vali;ndose de los karachays. El destacamento rojo de Cheremuhin, autorizado especialmente por el Consejo Revolucionario de Guerra del ej;rcito rojo, una fuerza de j;venes karachays que asesinaban cosacos y osetios, fue aniquilado por mis combatientes. 
- ;As; comenz; la insurrecci;n nacional karachay en 1920? – No pudo contenerse Daljat.
 – Pero esto no suced;a s;lo en Karachay. En todo el C;ucaso, en toda Rusia se derramaba sangre.
- Yo no induc;a a la gente a esto, sab;a qu; era la guerra, y a qu; puede llevar la insurrecci;n, lo sab;a tambi;n. Pero no encontr; otra salida. Y cuando el pueblo lo exigi;, me hice a la cabeza del pueblo sublevado. Aunque todo acab; en el armisticio, la paz, el acuerdo entre Karachay por un lado y el ej;rcito Rojo y el Consejo Revolucionario de Guerra, por el otro. Pero cu;nta gente tuvo que morir, cu;ntas personas fueron arrestadas posteriormente, nadie lo sabe. Con mi gente nos fuimos a las monta;as. En el verano pr;cticamente todos emigraron a trav;s de Georgia a Turqu;a. De nosotros quedamos algunas personas, que juramos luchar contra la violencia bolchevique y morir aqu;.
- ;Y por qu; no se fueron al extranjero? En los a;os veinte pod;an irse v;a Georgia. Y ahora podr;an haberse ido con los alemanes.
 
- ;Y por qu; debo irme con los alemanes? Stalin y H;tler hacen buena pareja. Combat; contra los alemanes en la primera guerra mundial. Los conozco. Quien va con un arma, no lo gu;a el bien, quiere ser el amo. Y yo no quiero servir ni a los bolcheviques, ni a los fascistas. S; que algunos se fueron con los alemanes. No los juzgo. Fue su elecci;n. Era la ;nica posibilidad de escaparse de la boca del estalinismo. Y as; como lo he jurado, luchar; y morir; aqu;. A cu;ntos chekistas he despachado al otro mundo, he perdido la cuenta. Pero mi conciencia est; limpia. Mat; a los que mataban poblaci;n indefensa. T; mismo no pudiste contenerte y mataste a cuatro canallas. A esos canallas es a los que aniquilo. Dios quiera que el d;a del juicio final no tenga que sonrojarme. Como pude luch; por mi fe, por mi pueblo, por mi tierra. Como mis hermanos de sangre y esp;ritu. Estoy contento de que est;s con nosotros. Ser;s nuestro cronista. Escribir;s toda la verdad sobre este tiempo sangriento.
Daljat, sin embargo, no iba a poner punto final a esta conversaci;n. Por eso pregunt;:
- ;Y la insurrecci;n de 1930? ;Tales insurrecciones rodaron por todo el pa;s, lo s; … Qu; causas lo empujaron a eso?
 - Las causas … La h;bil provocaci;n de los chekistas, - se sonri; Kylych.
 
En los a;os veinte el poder Sovi;tico pend;a de un pelo. La guerra civil hab;a acabado, y las agitaciones campesinas todav;a se sent;an. Solamente el tr;nsito de la pol;tica del comunismo de guerra a la nueva pol;tica econ;mica tranquiliz; un poco al pueblo. El sistema de emergencia fue sustituido por el impuesto en especie. Despu;s de que el bosque es cortado, en un tiempo comienza a crecer el bosque joven. As; pas; con el pueblo. Comenzaron a trabajar las empresas privadas, la econom;a privada. La gente sab;a cu;nto ten;a que darle al estado, cu;nto quedaba para ella. Rusia comenz; de nuevo a levantarse. Y Karachay tambi;n.
Pero hacia 1930 Stalin volvi; todo otra vez hacia atr;s, a la pol;tica del terror estatal contra el campesinado. La industrializaci;n acelerada del pa;s convirti; en v;ctima al campesinado. Las empresas privadas fueron destruido, comenzaron a crear los sovjoses y los koljoses. Los campesinos ricos ya hab;an sido aniquilados en 1920. Ahora la han agarrado con los campesinos, que durante la NEP fueron puestos de rodillas. Quien no quer;a de buena voluntad dar sus bienes al kolj;s, era expropiado. Pero incluso los que daban, m;s tarde fueron sometidos a represiones. Comenz; la destrucci;n general de la econom;a privada, del campesinado acomodado. A los campesinos les quitaban la tierra, el ganado, los condenaban al hambre y la miseria. Millones de campesinos fueron arrestados y se convirtieron en la mano de obra gratuita, millones perecieron de hambre. Por todo el pa;s se dieron insurrecciones campesinas. La gente no ten;a nada que perder. Karachay no fue la excepci;n. Adem;s Karachay en un 100 % era de ;ndole agrario.
Stalin y los que lo rodeaban en el poder sab;an que habr;a una explosi;n de indignaci;n p;blica. Se prepararon para ello. Y para que estas insurrecciones siguieran el gui;n que ellos quer;an, actuaron por adelantado. As; como en las monta;as, cuando se crea una situaci;n peligrosa de avalancha, con anticipaci;n disparan ca;onazos y la avalancha se desprende, sin causar da;o. Precisamente as; actuaron Stalin y sus chekistas con el pueblo, para que la ira del pueblo no los tomara por sorpresa. Infiltraban en el campesinado sus chekistas, siguiendo un gui;n elaborado sublevaban a la gente, hasta la dirig;an, y lo que esperaban todas estas fuerzas represivas era aplastar todo f;cilmente, destruir las agitaciones, las insurrecciones.
Fue lo que pas; en Karachay. Los chekistas mismos lanzaron el rumor de que todas las regiones campesinas de Rusia y el C;ucaso se hab;an sublevado, que pronto caer;a el oprobioso r;gimen de Stalin. Incluso distribuyeron unas pocas armas. A una parte de esos provocadores la atrapamos despu;s y la juzgamos en nuestros tribunales. Agarramos al organizador principal, cuando despu;s de su trabajo sucio trataba de escabullirse junto con una brigada de chekistas.
En el pueblo hab;a quienes trataban de prevenir la provocaci;n del NKVD. Los chekistas liquidadores los aniquilaron. Asl;n encabez; despu;s la insurrecci;n para que los represores no destruyeran del todo al pueblo. Solamente las monta;as y los bosques salvaron a nuestro pueblo entonces, y personas como Asl;n. Pero de todas maneras cu;ntas personas sufrieron, cu;ntos destinos se deformaron. En un corto plazo el pueblo fue descabezado y desangrado por segunda vez. Yo nunca perdonar;a a Stalin y sus lacayos por estos cr;menes contra el pueblo. Y ahora, cuando todo nuestro pueblo, - ni;os desamparados, mujeres, ancianos – ha sido arrestados y arreados a una muerte segura, cuando nuestra tierra natal se la dividieron entre Georgia y Rusia, no tendr; ninguna clemencia para este r;gimen y sus representantes. 
 
Yo s; que tambi;n moriremos, pero trataremos de tomar la mayor cantidad posible de enemigos. Otro sentido de la vida para m; ya no existe.
 
Kylych se qued; callado. Nadie viol; su  silencio. Porque todos  con ;l estaban de acuerdo.
 
9
 
Muy de ma;ana todos se levantaron por la alarma. Con ayuda de los gemelos militares todos pudieron ver a los jinetes que sal;an de la aldea. Adelante iban Hierro y Dzhanbolat. Detr;s de ellos ocho soldados de las tropas del interior.
- No nos cuesta nada atacarlos a tiros, pero Dzhanbolat es nuestro yerno. Despu;s a Madina y Dzhanbolat no los dejar;n en paz. Bueno, ya veremos. A lo mejor, vagar;n un poco, se cansar;n y se regresar;n. Por si acaso, Bioriukan y Kanamat prep;rense para la maniobra de distracci;n, - orden; Kylych.
 


 
[1] Pueblo de cosacos
10
 
- Dzhanbolat, t;, como conocedor del lugar, gu;anos. Puede que consigamos encontrar huellas.
- Lo intentaremos. Pero por lo que he escuchado, usted tambi;n es un experto cazador y rastreador, compa;ero Hierro.
- Por eso tengo el presentimiento que ellos nos siguen. Y nosotros no los vemos.
- Puede ser. Eso es lo m;s malo. Ellos pueden dispararnos sorpresivamente a quemarropa.
- ;Temes?
- Todos tememos. Aqu; tememos a los bandidos, all; tememos a los jefes. Pero adem;s est; el deber, el juramento.
Hierro se arrellan; en la silla.
- ;Qu; propones?
- Debemos trepar la cuesta opuesta, m;s arriba, y desde all; podremos observar. Todos tenemos bin;culos. Algo habremos de notar.
- Listo. Los soldados est;n equipados, manejan las armas, son tiradores certeros. Todos han sido escaladores, alpinistas, cazadores. Observaremos con veinte ojos.
Hierro dio la orden e hizo virar al caballo.
 
11
 
Bioriuk;n y Kanamat miraban al grupo de chekistas desde la otra ca;ada.
- De pronto nos pueden detectar, - dijo Kanamat.
- No, estamos camuflados, y nuestro cubil est; bajo la tierra. Aunque contra la casualidad nadie est; asegurado. Entonces tendr;amos que obligarlos a retirarse.
Pas; el tiempo. Ya varias horas las dos partes se observaban una a la otra. El silencio estaba en su m;xima tensi;n.
- ;Y qu; es ese animal all;? – pregunt; Kanamat.
Bioriuk;n mir; hacia abajo y se sorprendi;: abajo, donde corr;a el riachuelo, hab;a un perro enorme – era Kytmir que volteaba su cabeza de le;n para un lado y otro, como si decidiendo: o subir por la cuesta, en donde estaba Dzhanbolat con los chekistas, o a la cuesta opuesta, donde estaba Bioriuk;n con Kanamat. Y cuando el perro se fue arriba a donde Dzhanbolat, Bioriuk;n suspir; con alivio.
- Qu; bueno que el viento sopla para otro lado. De otro modo nos hubiera olfateado.
- Pero el viento puede soplar hacia el perro, - dijo Kanamat.
- Espero que Dzhanbolat est; urdiendo algo, - respondi; Bioriuk;n.
Ahora las dos partes segu;an al perro. Y ;l tranquilamente, despacio, como amo de estos lugares, subi; la cuesta, y al cabo de un peque;o intervalo de tiempo se detuvo y mir; hacia el lado opuesto. A Bioriuk;n le pareci; que el perro lo vio. De repente el viento cambi; de rumbo y sopl; hacia ellos. O el perro lo olfate;, o lo vio, pues de repente con un alegre ladrido retrocedi; un poco y de un potente salto brinc; el riachuelo y comenz; a trepar cuesta arriba.
Sin saber qu; hacer, Bioriuk;n lo mir; desde arriba, y con el mismo latido del coraz;n Dzhanbolat lo miraba desde la otra cuesta.
- El olfato en los animales es muy fuerte. Un perro no se echa a correr as; por que s;. Tan contento un perro s;lo puede ir hacia conocidos, - anot; Hierro.
- Usted tiene raz;n. À lo mejor all; hay otro perro parecido, - dijo Dzhanbolat, rogando a Dios que el perro no descubriera a Bioriuk;n.
- Kanamat, agach;monos en la piedra. Para que no nos descubran. M;s vale que Kytmir se encuentre a una gran distancia.
Pero uno de los chekistas not; un leve movimiento apenas visible y grit;:
- Compa;ero Hierro, all; hay personas. Si trazan una l;nea recta desde el perro hacia arriba, ah; donde se ve una piedra enorme. Est;n detr;s de la piedra.
Hierro mir; hacia all;, pero no vio nada. Dzhanbolat le pregunt; al soldado:
- ;Viste exactamente personas? ;Cu;ntas eran?
- No puedo decir. S;lo not; un movimiento como de serpiente.
- ;Era un animal o una persona?
- No s;. Pero alguien se movi; y arrastr; por la piedra, eso es seguro.
-Todos sigan al perro, - orden; Hierro.
El perro lleg; hasta la piedra, retrocedi; un poco, ladr; varias veces y se escondi; detr;s de la piedra. Luego sali; de atr;s de la piedra y de nuevo se escondi;.  .
A Hierro no le qued; ninguna duda.
- El combatiente estaba en lo cierto. Detr;s de la piedra hab;a gente. Si hubiera habido otro perro, tambi;n se hubiera mostrado. Adem;s conoce a esas personas.
- ;Y por qu; esas personas no retienen al perro? Pues delata su presencia.
- Buena pregunta, Dzhanbolat. Pero tu perro, no es un perro, es una fiera. Tu mismo dijiste que no le permite a nadie siquiera acariciarlo. Yo creo que conoce a alguien, pero no a todos. Por eso no se acerca y no se deja detener.
- Eso es cierto. ;Pero a qui;n puede conocer?
- Esa es una pregunta para t;, - Hierro lo mir; de manera sospechosa.
Dzhanbolat dijo con una sonrisa:
- ;El perro conoce m;s a alguien que a m;, su due;o?
- ;De d;nde sacaste a este perro?
- Se qued; despu;s del desalojo de los karachays. Yo lo encontr; abajo, donde se estrechan tres ca;adas.
- Ah; tienes la respuesta.
Dzhanbolat, cambiando el tema de la conversaci;n, dijo:
- ;Y si enviamos a un grupo all;?
- Yo pensaba en eso, - dijo Hierro. – Pero no sabemos cu;ntos son. Por otro lado, si comienza a oscurecer, de toda nuestra operaci;n no quedar; sentido. Haremos lo siguiente. Toma cuatro combatientes y sube hasta all;, donde est; tu perro. Yo, con los otros cuatro, bajar; un poco m;s abajo y subir; por el otro lado. Los agarraremos de los dos lados.
Kylych y Daljat miraban con los bin;culos c;mo los chekistas se divid;an en dos partes. Volvi;ndose hacia los dem;s, Kylych orden;:
- Asl;n, Gapal;u y Barak, destruyan el grupo de Hierro. Si pueden, t;menlo prisionero a ;l.
Cuando se fueron, Kylych dijo:
- No les basta con haber robado a nuestro pueblo. Tienen que destruir tambi;n nuestra memoria, para que no quede huella de nosotros en la historia. Por eso se dividieron nuestra tierra entre Georgia y Rusia. Por eso combaten no s;lo contra nosotros, los vivos, sino tambi;n contra nuestros muerto. Adem;s por nuestras cabezas el estado paga dinero. Pero no importa, cortaremos sus cabezas y gratis las enviaremos al NKVD.
- Pero estos soldados no tienen la culpa, los obligan a perseguirnos.
- Si ellos nos atrapan, ver;s con qu; ferocidad lo hacen. Nos pegar;n, torturar;n, cortar;n despu;s nuestras cabezas y recibir;n dinero, medallas, promociones en el servicio. Sue;an con eso. Hoy son soldados, ma;ana ser;n generales y en otro nivel destruir;n al pueblo. ;Qui;n era Stalin? Un delincuente menudo, un pillo. ;Y qui;n es ahora? El jefe del pueblo y el pa;s. Pero su esp;ritu criminal es el mismo.   Por eso destruye a todas las personas normales. Es a ;l a quien deber;a cortar la cabeza. ;Pero c;mo llegar a ;l? Nos toca destruir a esta basura que ahora nos persigue. Daljat, nos uniremos a Bioriuk;n y Kanamat y aniquilaremos a estos perros. S;lo hay que ser muy cuidadosos de que Dzhanbolat no caiga.
        En el tiroteo todos los chekistas murieron, excepto Dzhanbolat. 
- Ya no tiene sentido que regrese a la aldea. Tomar; solamente a Madina y volver; con ustedes, - dijo Dzhanbolat.
Kylych estuvo de acuerdo.
- Contigo ir;n tres personas y tomar;n todo el ganado y las cosas que se necesiten. En la profundidad m;s impenetrable del bosque hay unas casitas, vacas, corderos. All; agregaremos los tuyos. Kytmyr ser; el guardi;n. ;l ya est; acostumbrado a proteger el ganado de los lobos. Lo vigilar;. Y mientras tanto arrojaremos esta escoria muerta al precipicio. Para que nunca nadie encuentre ni sus huellas. As; como nosotros no podemos encontrar la huella de nuestro pueblo …
 
 
 
    13
 
La aldea de los Colonos – as; se llamaba ahora la aldea de abajo – se vio sacudida por todos estos acontecimientos.
En el soviet rural hab;a asamblea general. En el presidium estaban el presidente del soviet rural Gamsa, el secretario de la organizaci;n del Partido, Ardtzin, el jefe local del NKVD, Kobul y el presidente del kolj;s, Yalbuz;.
- Expreso aqu; la opini;n de todos los aldeanos. A nuestra gente la matan, - dec;a Yalbuz;. - La gente dej; de ir al bosque por le;a. Destruimos las casas de los karachays para calentamos. Ya quedan pocas. La gente se siente indefensa, y los bandidos, al contrario, se sienten los amos. Ayer en plena luz del d;a dos bandidos llegaron a la direcci;n del koljoz y me han advertido: si para el lunes no sacamos del edificio de la mezquita los cerdos y no limpiamos, nos matar;n, comenzando por m;. As; lo dijeron. En la direcci;n hab;a mucha gente.
- ;Es posible que ustedes no hayan podido detener a dos bandidos? - el jefe del NKVD mir; a todos con rabia. – Como si no les hubi;ramos permitido portar armas.
De entre los asistentes se levant; un anciano:
- He vivido mucho tiempo, conozco a la gente. Estos son unos bandidos muy extra;os. No matan a todos sin distingo. A quien viv;a en sus casas, del peculio de los karachays, a ese no lo tocaban. Han dado muerte a aquellos que destru;an su cementerio. No nos detuvimos ah;, nos burlamos de su fe, en la mezquita hemos metido los cerdos. Ellos le han advertido. Y yo por la cruz de la tumba de mi padre ser;a capaz, sin palabras, de enviar al otro mundo  al que sea. Pienso que hay que desocupar la mezquita y limpiarla.
-, ;T;, abuelo, qu; te traes? – vocifer; Yalbuz;, con miedo mirando al jefe del NKVD. -;Vamos a someternos a la voluntad de los bandidos?
- Para la vigilancia de la aldea dejaremos un contingente del NKVD, - dijo con autoridad el jefe. - Les mostraremos de lo que somos capaces. Les prepararemos una emboscada, donde no se lo esperan. Y ustedes, la direcci;n del koljoz, se han asustado de dos bandidos. Los hubieran fusilado de inmediato y mandarlos al infierno. En lo sucesivo que sea as;: una bala en el coraz;n, y la cabeza sobre m; mesa. ;Est; claro?
Los dirigentes locales aplaudieron..
Una semana despu;s el presidente del kolj;s, el secretario de la organizaci;n del Partido y el jefe local del NKVD fueron muertos, cuando acud;an a un llamado en la regi;n. Ocurri; lejos de las monta;as, muy cerca de la cabeza de distrito … 
Y una semana despu;s la mezquita con los cerdos ardi; por completo. 
Arrestaron al pobre anciano, culp;ndolo de cooperaci;n con los bandidos.
 
   14
 
En el verano de 1944 se realiz; la conferencia de la direcci;n del NKVD y del NKGB de Rusia y Georgia. La dirigi; personalmente Lavrenti Beria[1].
El tema era uno s;lo: limpiar al C;ucaso del bandolerismo.
- Hemos deportado a los pueblos de los bandidos, los pueblos de los traidores. Pero en las monta;as del C;ucaso a;n se esconden muchos bandidos: karachays, balkarios, chechenos, inguchetos. Las regiones monta;osas, que han sido entregadas a Georgia, es hora ya de poblarlas. Pero la gente teme establecerse. Mientras no limpiemos las monta;as de los bandidos, estos lugares estar;n vac;os. No escatimaremos ni fuerzas, ni dinero en la operaci;n de liquidaci;n del bandolerismo. Hay que infiltrar en estas bandas a nuestra gente. Es necesario secuestrar a sus familiares y parientes en los lugares a donde fueron deportados y traerlos aqu; para que entablen con los bandidos negociaciones, los inciten al cese de la resistencia. Les prometan, que si se rinden, les respetaremos la vida, que no los meteremos a la c;rcel, que los enviaremos con sus parientes, que estar;n junto a su pueblo. Y all; veremos.
 
18
 
En el grupo ahora hab;a veinte personas. El explorador Daljat pasaba a cada uno por un filtro. Ninguno de los nuevos que hab;an llegado, conoc;a el cuartel general. Los que se hab;an adherido a ellos, eran por lo general karachays y balkarios. Hab;a un cosaco, cuya familia hab;a sido perseguida; un georgiano monta;;s, que fue hostigado por los poderes sovi;ticos por el asesinato del jefe local del NKVD. Cuando la situaci;n llegaba a ser completamente insostenible, cruzaban el paso y encontraban apoyo en los serranos del lugar. Ellos mismos suger;an a cu;les chekistas quitar de en medio.      
 
El grupo provocaba pavor en los efectivos del NKVD y la seguridad estatal. Aparec;an de repente, mataban a dirigentes de los soviets y del partido y eran especialmente despiadados con los representantes del NKVD y NKGB. Las mejores fuerzas, las fuerzas especiales en la lucha contra el bandolerismo fueron dirigidas contra ellos, pero los resultados eran nulos.
 
19
 
A la hora fijada Beria recibi; en su oficina a los dirigentes de los servicios de Rusia y Georgia para la depuraci;n de los territorios de los pueblos deportados del C;ucaso de los grupos bandoleros que se escond;an en las monta;as.
Le presentaron al antiguo agente de los servicios de inteligencia Tengiz, que cumpl;a tareas de gran responsabilidad en la retaguardia de los alemanes. Cuando deportaron a los karachays, a ;l tambi;n lo despidieron del ej;rcito. Ahora, cuando lo necesitaron, se acordaron de ;l, lo encontraron en Kazajst;n. Ayudaron a su familia, a sus parientes, los abastecieron de buena vivienda, de trabajo. Y a ;l mismo lo invitaron a la cooperaci;n.
- Tu pueblo fue trasladado a causa de esas bandas, que act;an ahora en Karachay. Si nos ayudas a liquidarlas, la Patria estimar; en su justo valor tus m;ritos.
- ;Y si me negara?
-           ;C;mo, no quieres ayudarnos? El mismo Beria se ha interesado en t;. Entonces no s;lo t; sufrir;s, sino tambi;n toda tu familia. Encontraremos motivos para dejarlos podrir a todos ustedes en los campos de trabajo forzado.
Sabiendo que esto no eran amenazas hueras, Tengiz consinti;. Y ah; mismo le presentaron al funesto comisario del pueblo.
- En el frente usted se mostr; como un verdadero h;roe. Su pueblo ha sufrido por tales bandas, que se desmadran en las monta;as del C;ucaso. He visto sus documentos, usted como agente y saboteador oper; en la retaguardia de los alemanes de manera excelente. Espero, sabr; infiltrarse en una banda que no hemos logrado atrapar. Su tarea no es el asesinato de alguien. Sino enterarse de sus nombres, sus apellidos, y despu;s irse. Entonces podremos tomar a sus parientes como rehenes. Si se rinden, est; bien. Si no, entonces veremos. Por cada persona que maten de los nuestros, mataremos a uno de sus parientes. Ojo por ojo. ;Su familia, sus parientes ahora se las han arreglado dentro de lo normal? Bien. Hacia nuestros colaboradores leales nos relacionamos muy respetuosamente. ;Tiene alguna petici;n que hacerme?
- S;. Mi hermano Ismail, combatiente del frente, en 1944 regres; a Kazajst;n, a donde su familia. Usted sabe, cuando el pueblo karachay fue desterrado, pr;cticamente no hab;a hombres, la mayor;a estaba en el frente. Aprovechando la ausencia de los hombres, algunos dirigentes locales y comandantes se portaron ruinmente, asediaban a nuestras mujeres, a nuestras muchachas. Cuando mi hermano regres;, le informaron que el comandante hab;a violado a su hija. ;l busc; al comandante y lo apu;al;. Lo condenaron a 15 a;os. Mi hermano estuvo en la campa;a finlandesa, tres a;os combati; a los alemanes, recibi; muchas condecoraciones.
- Ya entend;. Si todo es realmente as;, liberar; a tu hermano. Escribe todos sus datos y d;jamelos, en d;nde paga su condena, todo escr;belo. Por tu hermano no te preocupes. ;Alguna petici;n m;s?
- No, gracias. Solamente un mesecito, al menos una semanita para entrenarme un poco, desperezarme, disparar.
- Bien, no hay problema con eso, - y Beria se dio vuelta hacia los dirigentes de la operaci;n:
- Prep;renlo en concordancia a sus deseos, para que est; en forma para el combate.
 
20
 
A Tengiz lo instalaron en el mismo hospital, donde a su tiempo estuvo Daljat. Ten;a una bala, que se le qued; adentro, pero los m;dicos entonces no quisieron tocarla. Ahora los cirujanos lo examinaron y estuvieron listos para operar. En una semana. Le dieron un certificado m;dico para que pudiera presentarlo en el lugar que se lo requirieran. Ten;a tambi;n una constancia de estudiante de la Academia de Guerra de Mosc;. Tengiz estaba acostado en el catre y acariciaba  la pistola que hab;a recibido de su comandante por su destacada actividad en el frente.
Corr;a el a;o 1949. Era verano. El a;o anterior Tengiz, como otros desterrados, hab;a firmado un papel, donde se dec;a que el pueblo karachay hab;a sido expatriado para siempre. Esto fue un golpe, pues todav;a estaba viva la esperanza de que tarde o temprano el pueblo karachay regresar;a a casa. Ahora les hab;an quitado esa esperanza. Y en este momento prepar;ndose para visitar la aldea natal, ;l experimentaba un extra;o sentimiento.
Tengiz descend;a de la misma aldea de donde eran los hermanos Kylych, Asl;n y Bioriuk;n, tambi;n Daljat. Pero lo m;s extra;o era que en Asia Central sus vecinos eran los padres de Safar. Y en 1948 apareci; vivo y sano Safar.
 
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Sujrabidze y Ezhov, quienes se ocupaban de ;l aqu;, en el C;ucaso.
- Ma;ana desde temprano comenzaras la operaci;n. Visitar;s tu aldea natal, tu casa. Y despu;s ir;s a las monta;as. Pensamos que ellos siempre est;n observando, te encontrar;n.
- ;Y si no me encuentran?
- Entonces t; los encontrar;s. T; tambi;n conoces esos parajes como las palmas de tus manos. S;, y s; muy cauteloso adem;s, si te encontrar;s con gente que no sea karachay. No son pocos los cazadores, los colonos y los lugare;os que trabajan para nosotros. Nos traen cabezas cortadas de los bandidos y por ello reciben dinero. A ti tambi;n te pueden tomar por un bandido. Por eso, si ves que te traen en la mira, puedes adelant;rteles. Pues hemos aumentado el precio y dado un anuncio: a quien nos traiga vivo al menos un bandido de la banda que ha matado a tantos de los nuestros, la recompensa ser; de 100 000 rublos. Por eso, a ti pueden tratar de atraparte vivo. Te concedemos el derecho de dispararle a todo el que intente matarte o tomarte vivo. Nada ni nadie debe obstaculizar tu tarea fundamental.
- As; que ellos pueden matar a personas inocentes para recibir dinero.
- Tambi;n puede suceder. A todos les advertimos: si son turistas, ir s;lo en grupos, con el acompa;amiento de nuestra gente. À quien no nos escucha, que cargue con su culpa. Pero t; eres una excepci;n. A ti te debe salvar tu formaci;n militar. Si no hay preguntas, entonces ;xitos.
Cuando los representantes de la seguridad estatal se fueron, Tengiz dio rienda suelta a sus pensamientos. Pero qu; dir;a ;l, si supiera que ellos, habiendo llamado a los tres cazadores, les hubieran dado la siguiente tarea:
 
- Seg;n nuestros informes, un karachay ha huido del lugar de destierro. No est; armado. Dentro de unos d;as ;l puede aparecer en su aldea natal – Tash Bashy. Ustedes saben, habitualmente ellos tienden a visitar sus casas. Pero esta vez lo necesitamos vivo. Vivo. Recibir;n la recompensa prometida. No necesitamos su cabeza. Lo necesitamos entero, sano y salvo. Propongo desde el d;a de ma;ana, desde muy temprano, tener bajo observaci;n la aldea. Ustedes saben, s;lo hay un camino estrecho para llegar all;. Otra v;a no existe. ;La tarea est; clara?
 
21
 
Tengiz iba como un borracho. Los pe;ascos, las cuestas de pinos, las ca;adas, el agua transparente de los r;os que flu;an del Elbrus – eran la patria. Quer;a acariciar cada piedra. Cerca de cada manantial se deten;a y beb;a: el agua era deliciosa. Como para disolverse en esta tierra. Pasaba frente a las casas despedazadas, destruidas. No hab;a ni un alma. Se dirigi; a su casa. Tambi;n estaba destruida. Ni rastros de la resistente cerca. La casa paterna en ruinas, como la aldea. Hac;a s;lo diez a;os el padre de Tengiz dec;a: nuestra casa tiene 400 a;os y llamaba por su nombre al tatarabuelo de su tatarabuelo. Ahora la casa ya no existe.
Tengiz mir; el bosque. Hab;a crecido. Despu;s comprendi; que nadie iba al bosque ni por le;a. Por eso destrozaban las casas, las utilizaban como le;a. Tem;an a los bandidos. Y ahora ;l miraba el bosque, sin sospechar que de all; lo observaban.
 
22
 
Es la casa de Tengiz. Una persona con formaci;n militar. Hace mucho no ve;amos que alguien se apareciera as;. Quiz;s sea una tentativa m;s del NKVD de infiltrar uno de los suyos en nuestro grupo, - dijo Daljat.
- Y bien, gracias a Dios, hasta ahora hemos conseguido calcular y liquidar a los agentes del NKVD que nos han enviado, - respondi; Bioriuk;n, sin despegarse de los bin;culos. - ;Y qu; es eso, ves tres jinetes que han entrado a la aldea?
- Cazadores, probablemente. De seguro tambi;n lo espiaban. A lo mejor intervenimos, o lo matar;n y le cortar;n la cabeza.
- No creo. El colono que detuvimos recientemente, dec;a que por un bandido vivo el NKVD daba ahora diez veces m;s de dinero, que por uno muerto. As; que, intentar;n atraparlo vivo.
- ;l tambi;n ha visto a los jinetes. No s;, qui;n es en realidad. Pero es muy parecido a Tengiz, el activista, miembro del comit; del Partido de nuestro kolj;z antes de la guerra. Seguiremos observando.
 
23
 
Tengiz vi; que se acercaban tres jinetes. Se prepar;. Pero continu; sentado sobre las ruinas de su casa. Los jinetes llegaron. Uno, tal vez el mayor, lo salud; y dijo:
- Nosotros vigilamos de los bandidos este territorio que nos han confiado. Es nuestra visita rutinaria. Sus documentos, por favor.
Tengiz percibi; que ellos estaban listos a usar las armas.
- Vengo del hospital que est; en Kislovodsk. Si usted necesita mis documentos, ac;rquese y t;melos.
- Aqu; nosotros ordenamos. Ac;rcate y muestra los documentos. ;A lo mejor eres un bandido, c;mo podemos saberlo? Y con los bandidos hablamos as;, mu;strenle muchachos.
             Las balas levantaron el polvo cerca de sus pies.
- Ahora has entendido que las bromas con nosotros son malas. Si no has querido mostrarnos los documentos, nosotros mismos los tomaremos. Acu;state en la tierra, con las manos en la cabeza.
Tengiz cumpli; sus exigencias. Aquel salt; del caballo. Y por el sonido de los pasos cerca de su nuca, Tengiz sinti; c;mo aquel se lanzar;a sobre ;l. Volte;ndose al instante, Tengiz dispar; contra el cazador que se inclinaba sobre ;l. Aquel le cay; encima. Ya debajo de ;l Tengiz hizo varios disparos a los otros dos cazadores. Uno cay; del caballo. El otro trataba de levantarse, por lo que tuvo que descargarle todav;a un balazo m;s. Empuj; al cazador que estaba sobre ;l y se levant;. Ten;a la pistola lista en la mano. Tengiz le dispar;. Tom; la carabina de uno de ellos y dispar; todav;a un tiro en la cabeza de cada cazador, porque sus cuerpos continuaban retorci;ndose. Despu;s tom; todas sus armas, salt; a un caballo y se dirigi; a un lado del bosque.
Todo esto lo segu;an los rebeldes, que ya hab;an descendido un buen tramo. Si los cazadores hubieran sabido doblegar a Tengiz, los rebeldes de todas maneras no hubieran dejado que se lo llevaran. Pero todo termin; as;, como termin;.
 
24
 
En la cueva cercana se reunieron pr;cticamente todos, menos los guardias. Todos quer;an ver a la persona, que ven;a de all;. Lo miraban como si hubiera llegado del otro mundo. A su vez ;l estaba sorprendido, al ver a los hijos de Ilias-hadzhi y a su paisano Daljat.
- Nunca pens; que los ver;a a ustedes. Qu; sorpresa. ;Entonces es a ustedes a quienes llaman bandidos?
- Ahora tambi;n eres un bandido. Diste el tiro de gracia en la cabeza a tres cazadores. Si te hubieran doblegado, te habr;an presentado como bandido ante el NKVD, - dijo Dalhat.


 
[1] Lavrenti P;vlovich Beria (1899-1953) tristemente c;lebre jefe de la polic;a y servicio secreto desde 1938 hasta 1953. Responsable, junto con su jefe Stalin, de los arrestos y ejecuciones masivos llevados a cabo durante los a;os de la gran purga. Tras la muerte de su protector, en 1953, fue juzgado y ejecutado, en circunstancias poco claras, a instancias de Nikita Jrushchov y sus seguidores (N. del T.)   
- Pero si tengo documentos que confirman que soy oficial que recibe tratamiento aqu; en el hospital.
- Pues entonces ellos te hubieran cortado la cabeza, y hubieran lanzado al precipicio sin fondo tu tronco junto a los documentos. No tienen remedio. Cu;ntos de estos cazadores hemos liquidado y da lo mismo, no se acaban los canallas. Al pobre Jarun, combatiente del frente, que sali; del hospital para ver la aldea natal, aqu; estas bestias le cortaron la cabeza. S;, al mismo Jarun, que era tu vecino.
- ;Qu;, a ;l le cortaron la cabeza?
Tengiz estaba conmovido realmente. Pero la pregunta siguiente le hizo concentrarse.
- Si estabas tan seguro que a ti con tus documentos nada podr;a amenazarte, por qu; los ha matado.
- S;, porque ellos comenzaron a disparar. Despu;s a m; en el hospital, y en el camino, la persona que me trajo aqu;, dec;a siempre lo mismo: hay unos cazadores de cabezas, ser cautelosos.
- Bueno, del resto hablaremos todav;a. ;Cuenta, Tengiz, c;mo est;n all; los nuestros? – Pregunt; Kylych.
- Los suyos est;n vivos y sanos. Su padre, su madre, Safar con su familia, todos viven en una casa. De los expropiados Kochjar, Islam, Tulpar todo parece indicar que est;n vivos en alg;n lugar de Siberia. El a;o pasado a todos los hicieron firmar un papel. Que fuimos trasladados para siempre y que nunca nos regresar;n ac;. Pero su madre invoca las palabras del “que Resplandece” y dice que el pueblo regresar; a la patria obligatoriamente. Y entonces podr;n ver a Bioriukan y Madina.
- ;Sobre nosotros ella no dice nada? - Kylych mir; a su hermano Aslan.
- Se ha acostumbrado s;lo a la muerte de Taubatyr. A los otros espera verlos. Pero a prop;sito de usted el “que Resplandece” no dijo nada. Por ahora las palabras del santo se han  cumplido. Tal y como ;l lo predijo, se encontraron con Safar. Veremos, puede que las otras predicciones se cumplan y nuestro pueblo regrese a la tierra natal.
- ;Muchos de nuestro pueblo han muerto?
- En los primeros dos a;os murieron muchos a causa del fr;o, el hambre, el clima desacostumbrado, la falta de derechos, la arbitrariedad de los comandantes y las autoridades locales. Todo se agrav; todav;a m;s al principio ya que pr;cticamente no hab;a hombres, s;lo inv;lidos, ancianos, mujeres y ni;os. Por eso los vulneraron tan fuertemente, no ten;an qui;n pusiera resistencia. Cuando nosotros regresamos de la guerra, ya no se atrev;an a ser tan insolentes. Con los canallas nosotros tambi;n empezamos a arregl;rnoslas. Ustedes conocen a mi hermano Ismail. Cuando deportaron a nuestro pueblo, comenzaron a sacarnos del ej;rcito. Cuando ;l regres; a casa, es decir a donde su familia, ;l supo que el comandante hab;a violado a su hija. Lo busc; y lo acuchill;. Primero lo condenaron a la pena capital. Luego la sustituyeron por 15 a;os de c;rcel. De esos casos hay muchos.
 
Incluso con nosotros, veteranos del frente, se comportaban como lo hac;an con los detenidos, los traidores, los renegados, los bandidos. Si conmigo – oficial de ej;rcito – se dirig;an como si fuera un delincuente, pueden imaginarse c;mo se portaban con otros. Ahora la situaci;n est; un poco mejor. Pero de todas formas a los nuestros los ocupan en los trabajos forzados m;s pesados, no tienen derecho a estudiar despu;s de la escuela, el ej;rcito no toma a nuestros muchachos. Hasta ahora seguimos privados de todos los derechos civiles y humanos. Conf;an que despu;s de su muerte, la vida cambiar;.
Tengiz habl; todav;a durante largo rato. Le hicieron muchas preguntas. El odio a este r;gimen, que arrest; a todo un pueblo y mat; en los lugares de destierro a sus familiares y allegados, crec;a con cada palabra de Tengiz.
Al fin, Kylych dijo:
- Tengiz est; cansado. Hace falta que descanse. Pero una pregunta para ti, Tengiz: ;que vas a hacer m;s adelante?
- ;M;s adelante? Aqu; vine a curarme. Pero el objetivo b;sico era que quer;a ver la Patria. Volver y contarle a todos, en que estado est; nuestra tierra natal. Ahora veo que pr;cticamente nadie vive aqu;. Desde lejos todo aqu; es muy rom;ntico, pero vivir aqu; es pesado. Pero est; bien que no haya nadie aqu;, tarde o temprano volveremos ac;. S;lo que ahora no se c;mo hacerle: irme no estar;a tan mal. Pero si saben que mat; a tres, me fusilar;n o me pudrir;n en la c;rcel. Si no regreso, pensar;n que me fui a las monta;as, con ustedes. Quien me condujo aqu;, se preguntar; d;nde estar; o qu; me dispongo a hacer… Entonces los problemas comenzar;n para mi familia. Ser; reh;n del NKVD. No s; qu; hacer. ;Y usted qu; me aconseja?
Kylych lo mir; un largo rato y despu;s dijo:
- Dir;s que los bandidos mataron a esos tres. Nos cargas todo a nosotros. Tu pistola d;janola tambi;n a nosotros – dir;s, que te la quitamos.
- Si es que lo creen.
- Si no creen, que comprueben. Ellos conocen nuestra letra. A cu;ntos cazadores de esos hemos fusilado. Pero hay otra pregunta.
- ;Cu;l?
Las miradas de Kylych y Tengiz se encontraron. En una fracci;n de segundo a Tengiz le pareci; que Kylych lee su pensamiento. Con trabajo se mantuvo para no apartar la mirada.
- As; que temes que si te quedas aqu;, perseguir;n a tus parientes. ;Pero si te vas, c;mo podemos ser est;n seguros que no nos entregar;s? Nos has visto, reconociste a Daljat. Si le cuentas de nosotros al NKVD, nuestros parientes lo resentir;n. ;C;mo le haremos?
- ;Si ustedes ten;an tales vacilaciones, por qu; se me han acercado?
- La pregunta es correcta. Pero no nos pas; por la cabeza que un hombre que ha matado a tres cazadores quisiera volver atr;s.
- Hablar del regreso me apremia El miedo por la suerte de mis parientes, es lo que me apremia a hablar del regreso. Pero para m; son ofensivas sus palabras de que puedo entregarlos al NKVD.
- Est; bien, entonces plantearemos de otra manera la cuesti;n. No nos entregar;s voluntariamente. ;Pero bajo tortura, en las c;maras del NKVD?
- No lo puedo saber. Pero ahora pienso que me sostendr;a. Pero c;mo ser; en realidad, s;lo Dios lo sabe.
- ;Y si no nos hubi;ramos acercado, qu; habr;as hecho?
- Conozco los alrededores. Tratar;a de quedarme aqu;. No tengo otra salida. Ahora ha aparecido otra alternativa, todo depende de ustedes.
- Bueno. Ma;ana ser; otro d;a. Ma;ana continuaremos la conversaci;n. Buenas noches. Nosotros pasaremos la noche en otro cubil.
Todos salieron, Tengiz se qued; solo.          
 
25
 
Esa noche nadie durmi;. Las guardias eran reforzadas y advertidas. Vigilaban los cubiles y las ca;adas. Lo bueno era que la luna brillante iluminaba.
Los tres hermanos y Daljat sostuvieron una reuni;n. Dieron la palabra a Daljat, como el m;s joven.
- Tengo algunas sospechas de que ;l no cay; casualmente en el hospital, y luego a la aldea natal. En los a;os de la preguerra Tengiz encabezaba la organizaci;n del Komsomol y era miembro permanente del comit; del Partido de nuestro kolj;s. La verdad es que no puedo afirmar que ;l le haya hecho mal a alguien, que haya intentado meter en la c;rcel a cualquiera. Recordamos, c;mo otros comunistas y komsomoles corr;an con propaganda antirreligiosa, se manifestaban contra los kulaks[1], aprobaban y apoyaban todas las medidas de la CHECA-GPU-NKVD. De esos asuntos no puedo acusarlo. Pero dejarlo ir significa exponerse uno mismo y a nuestros familiares.
- ;Ser; que es un agente del NKVD desde entonces? ;De otra manera no puedo comprender, c;mo a ;l –un karachay- le dieron la posibilidad de curarse precisamente aqu;, y ni siquiera le quitaron la pistola? – dijo Bioriuk;n.
- Hasta ahora no hemos dejado a los chekistas enga;arnos. Cu;ntas tentativas hubo de su parte de infiltrar su gente en nuestras filas. Por eso a nuestros parientes y a nosotros mismos nos han torturado no m;s que a todos los dem;s de nuestro pueblo. ;Y si dejamos que Tengiz se vaya, qu; suceder;? Habr; un ultim;tum: o se rinden o aniquilaremos a todos sus parientes, - expres; su opini;n Aslan.
Kylych callaba. Su palabra ser;a definitiva. La vida de la persona estaba en sus manos. ;Se tratar;a de un traidor? ;Qui;n era, sin embargo, Tengiz? Todo indicaba que ;l no se hab;a aparecido aqu; casualmente. ;Y ser;a casual que ;l haya baleado a tres personas? ;Puede que todo haya sido planeado tambi;n por los ;rganos de seguridad? ;Qu; les cuesta deshacerse de unos cuantos cazadores coludidos con ellos?
 
Kylych no pod;a, de ning;n modo, tomar una decisi;n definitiva.
- Vamos a rezar. Ya est; amaneciendo. Los asuntos mundanos despu;s.
Durante la oraci;n, como a veces suced;a, escuch; una voz precisa:
- ;l los traicionar;.
Despu;s de la oraci;n Kylych dijo un;vocamente:
- Es un presagio del cielo. Hay que eliminarlo. Le dir; solamente que confiamos en ;l y lo dejamos ir. Y ustedes lo acompa;an hasta la aldea y lo ejecutan. El cad;ver d;jenlo en el patio de su casa, donde est;n los cuerpos de los tres cazadores. Solamente que ;l muera sin que se de cuenta. Es un asunto detestable, cuando entre nuestros coterr;neos aparecen personas as;. Supongo de buen grado que el NKVD lo inclin; a la traici;n, amenazando reprimir a sus parientes. Eso lo saben hacer muy bien. Pero nosotros no tenemos otra salida. Para salvarse y salvar a su familia, ;l est; dispuesto a entregarnos a todos. As; que ejec;tenlo sin vacilaciones. Al; nos juzgar; en el otro mundo.   
 
26
 
Cuando Stalin muri;, fue la alegr;a m;s grande para los rebeldes. Nunca antes las monta;as hab;an visto semejante danza tan fren;tica, ardiente y vigorosa, como la de estos hombres que la bailaban con tanto regocijo.
 
- Alanes, alanes, si nosotros lo hubi;ramos matado, habr;a sido una alegr;a sin l;mites, - dijo Kylych.
- Stalin era un demonio. Dios lo castig; en este mundo, y lo castigar; en el otro. Y nosotros destruimos a sus diablos en los dos costados de la cordillera Cauc;sica, - se mov;a r;pidamente a un ritmo de locos Daljat.
- Continuaremos este asunto sagrado, mientras estemos vivos, - Kylych palmoteaba y sonre;a. Quiz;s, era la primera vez en treinta a;os que esa sonrisa aparec;a en su rostro
 
27
 
Tuvo lugar la conferencia conjunta de los comit;s especiales del NKVD. Entre otros asuntos se trat; el punto especial de la banda en las monta;as de Karachay.
- Ustedes saben que no son simples delincuentes. Esa banda no expolia y mata a la gente sencilla. Mata solamente a los dirigentes del aparato del partido. Y comete ferocidades especialmente contra los funcionarios y los trabajadores del NKVD. La cantidad de nuestros colegas muertos ya llega a centenares. Es una afrenta. Hemos vencido a la Alemania fascista, y con un grupito de facinerosos no podemos arregl;rnosla. Hemos deportado a los karachays, los chechenos, los inguchetos, los balkarios, a todos sin importar la magnitud de su importancia nacional. ;De donde estos matones se financian? ;Qui;n los apoya? Yo les pregunto - Beria estaba furioso. – Ustedes son los dirigentes de las estructuras secretas y del NKVD de Stavropol, de Krasnodar, de Georgia, juegan con fuego.
- A ellos los apoya la poblaci;n local a los dos costados de la cordillera. Como usted mismo ha dicho, los bandidos no tocan a la gente com;n. Destruyen, como lo ha dicho, el aparato del partido y a los trabajadores del NKVD. Es a ellos a quienes consideran precisamente los culpables de todas las desgracias. À los bandidos los apoyan sus c;mplices de la poblaci;n local.
- A todos los que apoyen a los bandidos, hay que aniquilarlos. Si creen que con la muerte de Stalin acabar; su persecuci;n, se equivocan. Si en el t;rmino de un mes los bandidos no son liquidados, considerar; que ustedes no pueden cumplir con sus obligaciones. Es todo.
 
28
 
Corr;a el a;o 1955. El grupo de Dzhanbolat, cuando regresaba de Georgia, cay; en una emboscada de un destacamento especial del NKVD y fue destrozado, les cortaron la cabeza. A Dzhanbolat medio muerto y a otro herido de gravedad los tomaron consigo.
Kylych estaba irritado. Trat; de capturar al jefe del departamento regional del NKVD para despu;s canjearlo por Dzhanbolat y el otro combatiente.
El ataque fue a plena luz del d;a. Formidable por su atrevimiento y valent;a loca. El departamento del NKVD fue completamente destruido, pero atrapar al jefe del departamento regional no fue posible, muri; en el tiroteo. Hubo muertos tambi;n del lado de los serranos. El comando de Kylych recogi; sus muertos y logr; esconderse.
 
29
 
De la ca;ada subi; un jinete portando una bandera blanca. Uno de los guardias entr; al cubil y le inform; a Kylych.
- Contin;en observando. ;No se ve a lo lejos ning;n movimiento?
 - No.
- Det;nganlo. Rev;senlo de pe a pa. Am;rrenlo. Me acercar; a hablar con ;l.
Cuando Kylych se acerc;, el prisionero estaba sentado amarrado de las manos por la espalda. Kylych lo reconoci;, era Ismail, el hermano de Tengiz, muerto por ellos. Por la cabeza le pas; un pensamiento funesto: ;no vendr;a a vengar a su hermano? Pero salud; tranquilo, hasta con hospitalidad.
Kylych mir; las armas, que le hab;an quitado a Ismail: dos pistolas cargadas, dos cuchillos. Pregunt;:
- ;De d;nde las sacaste?
- Me las dio el departamento especial del NKVD, ahora Ministerio del Interior. Para defenderme, si en el camino alguien me atacara. ;Pueden desatarme las manos?
- No. No podemos. S;lo desatamos las manos cuando fusilamos a la persona. ;Qu; quiere de nosotros el NKVD?
- Quisiera hablar contigo confidencialmente.
- No. Yo no tengo secretos ante mis hermanos combatientes.
- Bien. Me has reconocido, yo tambi;n a t;. Deb;a estar todav;a preso, pero el Ministerio del Interior m; liber; hace unos d;as, para que les cumpliera una tarea especial
- ;Y en qu; consiste esa misi;n especial?
- Convencerlo de que tome una decisi;n sabia, para que se rinda. El Ministerio de Interior promete respetarle la vida.
Kylych se ri;. Los dem;s soltaron una carcajada que hizo eco en las monta;as.
- ;Ismail, est;s completamente seguro que el NKVD nos respetar; la vida?
- No lo estoy. M;s bien al contrario. Pero sus parientes se encuentran ahora como rehenes.
- ;C;mo? ;Acaso la NKVD sabe qui;nes somos como para tomar como rehenes a nuestros familiares?
- No sabe de todos. Sabe de usted y de Daljat.
- ;Y d;nde est;n nuestros parientes?
- Los padres de Daljat y los suyos aqu;. Esperan una cita con ustedes. Pero yo debo hablar con usted a solas.
- ;No conf;as en mi gente?
- No conf;o en nadie. Diez a;os de cautiverio me ense;aron una verdad: «No creas, no temas, no pidas».
- Bien. D;jennos solos.
La gente de Kylych se alej; a tal distancia, donde les era imposible escuchar.
- Kylych, el NKVD dice que usted mat; a mi hermano.
- S;, yo di la orden. ;l fue sobornado por el NKVD y nos entregar;a. No pod;amos dejarlo ir.
- No era necesario dejarlo acercar. Entonces estar;a vivo, y ustedes no cargar;an el pecado de su asesinato.
Eso no cambia nada. ;l estaba con el NKVD al mismo tiempo y cumpl;a una misi;n.
- Es verdad. Los ;rganos tomaron como rehenes a nuestros parientes. Si ;l se hubiera negado, los ancianos y los ni;os habr;an sido sometidos a represalias. Me dijeron que tan pronto ;l cumpliera la misi;n especial, en seguida me dejar;an salir del campo de trabajos forzados. Que ;l fue reclutado, ustedes lo adivinaron correctamente. Pero que yo no he sido reclutado (aunque el NKVD considere que s;), de eso pueden estar ustedes seguros. ;No has olvidado el alfabeto ;rabe? ;Puedes leer?
- Claro. Los conocimientos adquiridos en la infancia, nunca se olvidan.
- Entonces des;tame las manos. Tengo que sacar una carta de uno de los bolsillos de la ropa.
Kylych no sin resquemor le desat; las manos. Ismail sac; de alg;n lugar entre la ropa  un papel y se lo entreg;. Kylych reconoci; la escritura suelta de su padre, del pobre anciano. Aquel escrib;a:
- “;Hijos nuestros! ;Kylych, Asl;n, Bioriuk;n! ;No crean al NKVD! A ustedes los quieren atraer y matar. Por nosotros no se preocupen. Y si a nosotros nos matan, hemos vivido. Nos vemos en el otro mundo. As; que no se preocupen. Ismail es una persona correcta. Se puede confiar en ;l. Y a esos mierdas destr;yanlos lo m;s que puedan. Si ustedes est;n predestinados a morir, mueran luchando con el arma en la mano. No se rindan, no se dejen ajusticiar por estos imp;os. Y destruyan este escrito. Para que ni siquiera casualmente caiga en las manos de estos animales e Ismail sufra las consecuencias”.
Kylych mir; a Ismail.
- Perd;name por la sangre de Tengiz. No me hubiera decidido ni me decidir;a, si durante la oraci;n no hubiera escuchado la voz de lo m;s alto. Cumpl; la voluntad del Dios. ;T; c;mo ves, es justo lo que escriben los ancianos?
            - No lo s;. Yo no le; el mensaje, aunque lo hubiera querido no habr;a podido, no conozco el idioma ;rabe.
Kylych le ley; la carta. Ismail despu;s de un corto silencio dijo:
- En este asunto no soy buen consejero. Reflexi;nenlo con sus hermanos. Pero el hecho de que a usted no lo quieren vivo, para m; est; claro. Simplemente lo quieren engatusar. ;Yo te entiendo, y qu; suceder; con tus viejos si ustedes no se entregan? Los pueden enviar de regreso a Asia Central, o los pueden retener aqu;, mientras no se resuelva el asunto con ustedes, mientras no los encuentren a ustedes, vivos o muertos.
- ;Y en qu; plazo debemos dar una respuesta?
- En dos d;as, a las diez de la ma;ana, deber; regresar. ;Es suficiente este tiempo para ustedes?
- Completamente, - respondi; Kylych. – S;lo trae el documento del NKVD donde nos garanticen la vida y que no nos meter;n a la c;rcel, sino que nos enviar;n con nuestros padres all;, donde est; todo nuestro pueblo. Y algo m;s. Visita a los ancianos y diles que yo los quiero ver, aunque despu;s me fusilen. Y as;, as; todo acaba con nuestra muerte. Pero los quiero ver. Tr;eme la respuesta de lo que digan.
- Tratar; de hablar con tus padres. El documento del NKVD te lo traer;, pero ese papel no los salvar;. Los fusilar;n a todos, despu;s de humillaciones y torturas. Ustedes deben decidir. 
 
30
 
Los hermanos y Daljat se aislaron en el cubil del centro. No pod;an llegar de ning;n modo a una decisi;n general. Kylych, que no confiaba en nada ni en nadie durante tantos a;os, comenz; a hablar de repente de manera incomprensible:
- Hace m;s de 30 a;os que no veo a mis padres. Aunque me encuentro con ellos … Ya tengo casi 60 a;os. Si me fusilan, que as; sea. Al menos ver; a los viejos antes de morir. Valdr; la pena.
- Kylych, t; eres el mayor de todo el grupo. Si te marchas, los combatientes pensar;n que los has traicionado. En tu autoridad se soporta toda la Resistencia.
- Asl;n, Bioriuk;n, Daljat – ustedes tienen la misma autoridad. Ustedes contin;en la lucha, y yo ver; a los ancianos. A lo mejor, me las ingenio para regresar.
- Pero nuestros padres te escriben que el NKVD s;lo quiere engatusarte, no es posible someterse a su enga;o. Nuestro padre escribe que muramos con las armas en las manos, luchando.
- ;As; es, as;, pero si quiero ver a mi madre y a mi padre, qu; hacer? Verlos, abrazarlos, y bien, que despu;s me fusilen.
- Tal vez yo tambi;n deba ir contigo, ya que mis padres tambi;n est;n all;, - dijo Daljat.
- No, Dalhat, tu eres todav;a joven, todav;a combatir;s. Ustedes tres podr;n vengar no s;lo a m;, sino a todos los arruinados sin culpa.
- Dicen que el NKVD tiene unas p;cimas, que hacen que las personas que las tomen pierdan la voluntad y entreguen todos sus secretos. Si ellos obtienen de usted la ubicaci;n de todos nuestro cubiles, nos veremos en aprietos. No lo tomes como mi desconfianza en tus fuerzas.
- No, tienes raz;n. La persona es d;bil. Pero nuestros cubiles est;n situados de tal forma, que no importa lo que hables o lo que dibujes, no los encontrar;n. Tendr;a uno que guiarlos. Y si ustedes llegaran a ver que yo gu;o a los chekistas, de inmediato disp;renme. Aunque, no s; que tengan que hacer conmigo los del NKVD para que yo de tal paso. Yo entiendo que dices todo esto, para retenerme.
- Si nuestro grupo consistiera solamente de nosotros tres hermanos, nos someter;amos a tu decisi;n: eres nuestro hermano mayor. Pero puesto que eres la cabeza de todo el grupo, los dem;s no entender;n tu partida. Con tu partida comenzar; la desintegraci;n de nuestro grupo. Por eso Kylych, no acabes tus 30 a;os de lucha tan sin pena ni gloria. Nosotros juramos dar nuestra vida luchando contra este r;gimen, - Aslan pronunci; estas palabras con gran dificultad. Era la primera vez en su vida que censuraba a su hermano mayor.
- Hasta el gran Shamil se rindi; al poder ruso. ;l ten;a los mismos a;os, que yo tengo ahora.
- En este caso Shamil no es un buen ejemplo para nosotros. Pero si no quieres escucharnos, responde: por qu; no escuchas lo que te dice nuestro padre. Ya que no lo escuchas a ;l, nosotros podemos tambi;n dejar de ser tus subordinados. Nosotros, los dirigentes de este grupo, siempre tomamos decisiones discutibles por la mayor;a, aunque la palabra decisiva siempre era la tuya. Y nunca lo hemos lamentado. Y ahora tus dos hermanos y Daljat, te decimos: no vayas t; mismo a entregarte a los enemigos, no los dejes que te ajusticien. Eso ser;a tambi;n la muerte de nuestros viejos. No lo soportar;an.
- Est; bien, esperaremos dos d;as. Ismail se ver; con los padres y traer; el documento-garant;a del NKVD. Todav;a hay tiempo para pensarlo. Solamente el grupo no debe saber nada sobre mis pensamientos.
 
31
 
Ismail regres; a los dos d;as. Trajo el documento del NKVD firmado al m;s alto nivel, en el que se dec;a: «Los cr;menes del r;gimen de Stalin han sido condenados por la nueva direcci;n del pa;s. Las acciones de ustedes son estimadas como resistencia a un r;gimen, que ha sido condenado por el propio partido. Todos ustedes han sido acogidos por una amnist;a y ser;n enviados a los lugares, donde vive su pueblo en la actualidad...».
Kylych ley; todo sin mostrar emoci;n alguna y en seguida pas; a la segunda cuesti;n, fundamental para ;l. Ismail le tendi; un papel de sus padres, mientras les contaba c;mo estaban ellos. Pero Kylych lo interrumpi;:
- Espera, leer; tranquilamente lo que ellos escriben.
«;Kylych! No manifiestes debilidad de fe y esp;ritu. No te dejes enga;ar por el Diablo y sus ac;litos. Si todav;a sabes matar a un demonio, en ello habr; m;s utilidad m;s que vernos a nosotros, y despu;s te colgar;n. Al; valora tu fe, contin;a la lucha». En esta ocasi;n la carta la firmaban el padre y la madre.
Era la hora del azal; del mediod;a. Alguien de los combatientes pronunci; fuertemente un llamado a la oraci;n. Todos comenzaron a moverse, haciendo con urgencia la abluci;n, se pusieron en fila, hombro con hombro, adelante como siempre el im;m y jefe del grupo Kylych. Ismail se uni; tambi;n a ellos.
Realizado el azal;, Kylych levant; las manos pidiendo al Alt;simo aceptar sus oraciones y ayudarlo a tomar una decisi;n justa, y escuch; con toda precisi;n: «No temas obedecer a tus padres, ellos te transmiten mi voluntad».
        Se quit; un peso de encima en el alma de Kylych . Le dio verg;enza por su debilidad. Por poco cae en las intrigas de Ibl;s[2]. Agradeci; a Dios porque lleg; en su ayuda en un momento dif;cil. Y cuando se levant; junto con todo el grupo, excepto los guardias, se recompuso, y los hermanos, y Daljat vieron al Kylych acostumbrado: furioso, fuerte y poderoso.
- Hermanos, - comenz; ;l su arenga al grupo, - escuchen c;mo el NKVD nos quiere convencer con enga;os y amenazas para que nos entreguemos. El NKVD trajo ac; a mis padres y a los padres de Daljat para influir en nosotros. Hemos pasado un camino en el que hemos experimentado en nosotros mismos y en nuestro pueblo toda la perfidia de los poderes imperantes y su perro fiel, el NKVD. ;Si en todo era culpable el r;gimen de Stalin, y ahora que ya no est; ;l, qu; impide que nuestro pueblo regrese del destierro que le impuso ese r;gimen oprobioso? Cuando nuestro pueblo regrese de nuevo, entonces pensaremos en lo que debemos hacer. Pero hasta que eso suceda, continuaremos nuestra guerra sagrada contra los enemigos de nuestro pueblo y nuestra patria. Y a t;, Ismail, te decimos lo siguiente. Si tu vuelves una vez m;s, cumpliendo ;rdenes del NKVD, nos veremos obligados a juzgarte. Por lo dem;s, puedes traer informaci;n sobre la situaci;n de nuestros padres. Ser; bienvenida. As; pues, puedes transmitir al NKVD que tendremos contacto con ellos s;lo despu;s de que nuestro pueblo regrese a su tierra natal.
Para el regreso del pueblo karachay quedaban todav;a dos a;os.
 


 
[1] Campesinos ricos
[2] En las creencias del Islam, Ibl;s, el demonio, tiene como m;xima ambici;n ver a los humanos arrojados al Fuego del Infierno, lejos del para;so (N. del T.)

Bilal Layp;nov
Bilal Layp;nov es miembro de la Uni;n de Escritores de Rusia y Noruega, miembro de honor de la Academia Internacional Turca (ÌÒÀ), doctor laureado de la Universidad Estatal de Karachay.
ISBN:978-607-7955-13-9

 




ELBRUS: HISTORIAS CRUZADAS
SHAKHRIZA BOGATYREVA
ELBRUS: HISTORIAS CRUZADAS
GRANDES TRAGEDIAS DE UN PEQUE;O PUEBLO
Traducci;n del ruso: Jorge Bustamante Garc;a

PR;LOGO

Shakhriza Bogatyreva es una de las m;s destacadas voces po;ticas de los pueblos del C;ucaso, que forman parte de la Federaci;n Rusa. Su obra es nacional y universal. Todo lo que pasa en el mundo, no es indiferente al esp;ritu atento de la escritora. «El poeta es el eco de su ;poca, y no s;lo el criado de su alma», - dec;a Alexandr Blok. En el caso de Shakhriza, es algo absolutamente cierto. Con ella tiene relaci;n directa otro postulado que ya es casi un lugar com;n: «el poeta en Rusia, es m;s que un poeta». La palabra po;tica y la actividad en defensa de los derechos, son las dos alas que levantan a Shakhriza muy alto y la devuelven a la tierra. En ese vuelo vislumbra las penas de la vida terrena y regresa para padecerlas y luchar por las cosas que le parecen justas. «Uno puede no ser poeta, pero est; obligado a ser ciudadano», escribi; el poeta ruso Nikol;i Nekr;sov. Por suerte, en Bogatyreva encontramos la afortunada condici;n de poeta y ciudadana. «Yo me consumo, pero ardo para otros ». La fidelidad a esta l;nea suya, la confirma con su propia vida. ;De d;nde viene Shakhriza, en d;nde est;n las fuentes de su obra?

«Para conocer a un poeta, es necesario visitar su patria», - escribi; alguna vez Goethe. M;s de cien a;os antes del nacimiento de Shajriza Bogatyreva, el gran novelista ruso Lev Tolstoi visit; la patria de la escritora y dej; un admirable testimonio: «Karachay, es un pueblo neutral que vive al pie del Elbrus; se distingue por su lealtad, su belleza y su valent;a». Con una sola frase Tolstoi caracteriz; al pueblo Karachay y se;al; su enclave hist;rico.
El Elbrus es la monta;a m;s alta del C;ucaso, la cima de Europa. Al pie del Elbrus, por milenios, ha vivido el pueblo Karachay, un pueblo aborigen, antiguo, que se ha desarrollado en las regiones m;s elevadas del C;ucaso y Europa. Los antepasados de los karachays, los alanes, conformaron un estado: Alania. Alania fue conquistada por Gengis Kan, y fue destruida definitivamente por Tamerl;n en 1396-1397. La poblaci;n adulta masculina fue aniquilada, y los dem;s quedaron en cautiverio.

S;lo en 1428 una peque;a parte de los alanes, dirigidos por el legendario Karcha, logr; regresar a la patria y crear el nuevo estado de Karachay, que existi; por 400 a;os. En 1828 fue sometido por el Imperio Ruso, tras la sangrienta batalla de Hasaukà. Comandaba la tropa y la milicia karachay el tatarabuelo de Shakhriza, Umar Bogatyrev. El peque;o ej;rcito karachay prest; una resistencia tenaz al ej;rcito ruso, que se consideraba el m;s poderoso de Europa, despu;s de la derrota de Napole;n. Esto fue lo que tuvo en cuenta Tolstoi, cuando escribi; sobre la valent;a del pueblo Karachay.

Karachay entr; a formar parte de Rusia mediante acuerdos y siempre fue fiel a los documentos firmados. Fue lo que tuvo en cuenta Tolstoi, al hablar sobre la lealtad de los karachays. Karachay observ; rigurosamente la neutralidad respecto a las relaciones de Rusia con otros estados y pueblos, que se especificaba tambi;n en los acuerdos. Por eso Tolstoi hace menci;n a su neutralidad. Y en cuanto a la belleza, no s;lo a Tolstoy le sorprend;a la belleza de esa tierra, sino que es un hecho reconocido por todos.

En 1917 en Rusia llegaron al poder los bolcheviques comandados por Lenin. Como muchos otros pueblos, Karachay recibi; su condici;n como estado nacional en forma de regi;n aut;noma, que existi; hasta 1943. Pero el 2 de noviembre de 1943, por un decreto criminal del gobierno de Stalin, la regi;n aut;noma de Karachay fue liquidada, y el pueblo en su totalidad fue deportado a Asia Central y Siberia. Durante este genocidio muri; m;s de la mitad de la poblaci;n karachay. S;lo 14 a;os despu;s, en 1957, la mitad que sobrevivi; pudo regresar a su patria hist;rica. Pero la regi;n aut;noma de Karachay no se ha restablecido hasta la fecha. Por la presi;n de varios de los pueblos sometidos a la represi;n en el C;ucaso, entre ellos el Karachay, fue proclamada la ley rusa «Sobre la rehabilitaci;n de los pueblos represaliados». Por desgracia, la ley no funciona. El estado ruso no desea llevar el proceso de rehabilitaci;n hasta el final. Por eso la oposici;n entre el estado ruso y los pueblos represaliados no ha disminuido. Adem;s, en la actualidad bajo el pretexto de la ampliaci;n de las regiones se lleva a cabo una pol;tica de erradicaci;n de las formaciones nacionales, la destrucci;n de las lenguas nacionales, es decir se realiza una pol;tica de asimilaci;n violenta, lo que despierta la resistencia por parte de las minor;as nacionales de la Federaci;n Rusa.

Hablamos de todo esto con detalle, porque Shakhriza como ciudadana y escritora participa activamente en la lucha por los derechos de los pueblos a conservar su lengua materna, su cultura, su historia. Shakhriza lucha porque Rusia llegue a ser en la realidad, y no en el papel, una Federaci;n.

Shakhriza Bogatyreva es hija del sufrido pueblo Karachay. El pueblo al que los tiranos privaron dos veces de la patria. Y cada vez el pueblo encontr; en s; mismo fuerzas para regresar a su Elbrus, a sus monta;as natales del C;ucaso para encender el fuego sagrado en su propio hogar. Hoy sobre el pueblo Karachay pesa la amenaza de una asimilaci;n completa. El pueblo corre el riesgo en la patria, de quedarse sin patria. Puede perder su lengua y su cultura. Porque no se ha restablecido su autonom;a nacional destruida por el r;gimen de Stalin en 1943. Porque la pol;tica de estado en la actualidad est; dirigida a la asimilaci;n de los pueblos minoritarios. Pero mientras haya escritores y defensores de derechos como Shakhriza Bogatyreva, hay esperanza de que Rusia sea una Federaci;n de nacionalidades con derechos equitativos, donde todos los pueblos conserven su conciencia nacional y su memoria hist;rica, su cultura y su tierra natal.

Pero sobre Shakhriza dir; mucho m;s su propia prosa. El lector en lengua espa;ola sabr; aquilatar, sin duda, las cualidades y virtudes de su obra.


Bilal Layp;nov
Bilal Layp;nov es miembro de la Uni;n de Escritores de Rusia y Noruega, miembro de honor de la Academia Internacional Turca (ÌÒÀ), doctor laureado de la Universidad Estatal de Karachay.